Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez
El asunto no es quien, ni qué partido gana, es
cómo no se pierde una región entera. La gran pregunta es ¿en dónde están los
valientes, capaces de ponerle el cascabel al gato y bajar del poder los
tiranos? La consolidación del caos es producto del engaño y solo consolida
tiranos.
Los españoles hicieron lo que nosotros no hemos
sido capaces de volver a hacer desde el 2008 cuando el país le dijo no más, a
las FARC-EP. Demostraron un rechazo ciudadano contundente, manifiesto por una
sanción social explícita a Pedro Sánchez y los tránsfugas que juegan con la
legalidad y con la unidad nacional, queriendo conservar el poder negociando
autocráticamente la concesión de impunidad a los terroristas que se escudan
tras un discurso populista y separatista, para ocultar su verdadera vocación
criminal.
Sin embargo, las marchas son un mecanismo
temporal que desvanece y de poco sirven, pues son la evidencia de que flaquea
el liderazgo gremial e institucional en el ejercicio de sus responsabilidades y
es el propio Gobierno el que no reconoce la legitimidad del Estado de derecho,
debido a que es una minoría la que administra el poder de manera abusiva, y a
que la justicia politizada carece de la entereza para mantener el equilibrio que
demanda una sana democracia.
A todas estas, los ayatolás iraníes y sus
aliados luchan contra la libertad y el progreso tecnológico de la civilización,
contra el verdadero desarrollo que vive gran parte del mundo árabe gracias a
los avances respaldados en miles de patentes de propiedad intelectual, en buena
parte auspiciadas por inversiones judías occidentales.
Esos monjes del mal vienen por décadas
amantando el terrorismo religioso en madrazas y atizando la violencia en plena
era del conocimiento, pretendiendo implantar una invasión espiritual por todo
occidente de su versión fundamentalista, y su interpretación absurda,
terrorista y violenta de las enseñanzas del Corán, entre muchas otras quimeras
como lo es la aspiración a la reconquista moral de Al-Andaluz.
Crece en el mundo un absurdo rebrote de
antisemitismo, mientras la ignorancia se viste de protesta en nuestra región,
sin entender que sufren una grave intoxicación de populismo sin precedentes,
manifiesto en la falaría mediática digital, y que detrás de todo hay un
sistema propagandístico marxista soviético que alimenta la polarización extrema
interna en las naciones.
Rusia narcomarxista, hace lo que sea para no
ser excluido de la disputa entre el poder emergente y el establecido, y al ver
inalcanzable un triunfo total en el disparate de la carnicería humana en que
convirtió a sus hermanos ucranianos, ataca digitalmente y a golpe de
estrategias estalinistas, las democracias latinoamericanas.
Vivimos bajo una inconmensurable puja constante
de egos y poder, que va tomando forma en materia económica, tecnológica,
comercial, energética, territorial y armamentista. Una lucha inerte, que mejor
fuera sustentarla con un mutuo respeto por las diferencias culturales de los
pueblos, hoy unidas y separadas por diversas modalidades de capitalismo digital
entre occidente y China.
A todas estas, China, aparece dando su respaldo
físico a Estados Unidos en la defensa a Israel, al ver que Irán y Pakistán usan
a Palestina de escudo para constituirse en aliados con el terrorismo
fundamentalista, en una real amenaza nuclear. Esto a la vez ayuda a Rusia a no
quedarse por fuera de consideración como el poder que fuera antes de la caída
de la cortina de hierro y de la apertura al mundo de una China comercial.
Preocupa sobre manera Panamá y la importancia
geopolítica global del canal. No me cabe duda de que, así como el movimiento
antifracking y antiextracción de petróleo y gas en nuestras naciones,
disfrazado de ambientalismo, pretende proteger los intereses rusos y su
fortaleza en el mercado energético, Rusia que, mediante Cuba y el ELN intervino
en las protestas populistas violentas de Chile, Perú y Colombia, hoy transfiere
con ayuda de estos mismos actores y el grupo de Puebla, el mismo virus a Panamá
justo en un año preelectoral.
Colombia, que fue la democracia más antigua y
estable de Hispanoamérica, está al borde del colapso, después de haber tenido
un gobierno que no negoció nada con los criminales entre el 2018 y 2022 pero
que al igual que en 2010 no logró mantener una continuidad política electoral.
La saga de la democracia en Colombia empezó
cuando Santos abandonó las ideas de seguridad democrática de Uribe que lo
eligieron y asesorado por cabilderos de vieja data de organizaciones
terroristas como su hermano Enrique Santos, Álvaro Leyva, el cura de Roux, los
españoles Enrique Santiago y Baltasar Garzón, y una pila de acólitos de paga e
idiotas útiles locales, en procura individual de un Nobel de Paz, salvó a Petro
de ir a la cárcel en 2014 y llevó nuestra constitución cual conejillo de indias
al laboratorio ideológico cubano entre 2010 y 2017.
Santos traicionó la voluntad y el mandato del
constituyente primario que, en el referendo de octubre de 2016 negó los
acuerdos de Cuba, pasó por encima de la legalidad, compró el parlamento para
reformar la constitución y conceder plena impunidad, curules en el congreso sin
pasar por escrutinio alguno, protección y recursos estatales a los más
sanguinarios criminales de lesa humanidad de las FARC-EP.
En Cuba acordaron borrar el referente de verdad
y legitimidad de nuestra legalidad democrática, otorgarles impunidad a los
criminales de lesa humanidad, crear un mecanismo para invertir toda la memoria
histórica del país, e instaurar una justicia paralela inquisidora moderna,
confeccionada a la medida del terrorismo insurgente y de toda suerte de
criminales de lesa humanidad.
A la toma narcocomunista del poder en Colombia,
en 2018 se le atravesó Uribe con Duque y luego en 2020 la pandemia. Pero a
partir de los disturbios fabricados del 2021, Petro, que nunca aceptó su
derrota democrática, organizó los violentos disturbios del 2021, y luego logró
engañar al electorado con cantos populistas.
Ojo España, la falsa paz colombiana sirvió de
ejemplo a Pedro Sánchez para mantenerse en el poder valiéndose del ideario que
otorga impunidad a quienes para delinquir visten la careta del separatismo e
indultan a criminales de lesa humanidad.
Hoy en Colombia los territorios nacionales son
áreas en plena disputa entre toda suerte de organizaciones narcoterroristas y
criminales que controlan las fronteras, los corredores de la droga y las áreas
aisladas, mientras Petro y su Gobierno, disfrazan de subsidios a la juventud,
una milicianización urbana. Las fuerzas armadas son humilladas y maltratadas
por el propio Gobierno al que le reportan, y la Casa de Nariño, el parlamento y
buena parte de las cortes, están asechadas y al servicio de un autócrata que
está a punto de convertirse en un dictador.
Aquí pasa de todo y no pasa nada. Y aunque ya
pocos creen en sus mentiras, utopías y absurdos argumentos, están instaladas
las mismas minorías que siempre atrajo, a cargo de ministerios, entidades y
demás instituciones del Estado. Petro avanza en su agenda de cambio implantando
un caótico sistema autocrático que cancela las libertades democráticas y
conduce al totalitarismo.
Los colombianos trabajadores albergamos la
esperanza de que la fiscalía y la procuraduría se unan con los destellos de
legalidad y justicia que aún queden donde desde hace 38 años la mafia de
Escobar y sus secuaces del M-19 terminaron con la vida de honorables juristas
con la balanza de la justicia.
Vivimos con la ilusión de que la ley vuelva a
ser implacable contra la delincuencia política aliada con el narcoterrorismo
del ELN, las FARC-EP, el EPL, el narcoindigenismo y potentes organizaciones
criminales como El Clan del Golfo, Los Caparros y docenas más de carteles
mafiosos internacionales que favorecen la anarquía.
Mientras Petro esté en el poder, tristemente
aumenta la violencia, el homicidio, el secuestro y la inseguridad en todas sus
manifestaciones y pagan los inocentes e indefensos. Vamos por el mismo camino
de la Revolución Francesa, la Rusa, de Italia fascista, de Alemania socialista,
de Cuba, Venezuela, y muchas otras naciones infectadas por la peste que, del
comunismo marxista, mutó al narcosocialismo terrorista del siglo XXI.