martes, 21 de noviembre de 2023

De cara al porvenir: responsabilidad

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal

En el mundo de lo público, ante las frecuentes situaciones de ineficiencia, falta de productividad, corrupción o fracaso de algunos proyectos, es común decir o escuchar frases como esta: “en un país serio, ese alcalde (o ese gobernador o ese ministro) ya habría renunciado”.

No entiendo bien por qué no se hace el mismo comentario cuando situaciones similares se presentan en la órbita de lo privado. “Es que no somos accionistas y por lo tanto no podemos exigir rendición de cuentas”, diría alguien con alguna razón. Pero el asunto no admite una respuesta tan simple: no somos accionistas, pero somos clientes o proveedores o entes de vigilancia y control o, simplemente, hacemos parte de una comunidad en la cual las empresas desarrollan su actividad. En otras palabras, somos stakeholders y como tales somos destinatarios de la rendición de cuentas.

Esta introducción conduce a lo sucedido reiteradamente con la plataforma tecnológica del banco más importante del país que tiene una base de clientes de veintinueve millones (29.000.000). Sí ¡veintinueve millones de clientes! La más reciente situación se vivió en el puente del 11 de noviembre, cuando por más de veinticuatro horas la plataforma dejó de funcionar y fue imposible utilizar la APP, la página web y otros medios digitales para utilizar los servicios del banco, lo que ocasionó enormes perjuicios a muchos de esos clientes quienes no pudimos hacer una compra que necesitábamos hacer, o una pago para no quedar en mora, o una venta porque la mayoría de los clientes ya no usa efectivo e iba a pagar su cuenta con medios digitales incluso, en muchos casos, después de haber hecho el consumo, lo que ocasionó que disminuyeran las ventas o que los aprovechados que no faltan, hayan consumido prometiendo que “mañana le pago” (como bien nos lo recordaron con algunas de sus obras los admirados Carlos Mario y Cristina del Águila descalza, “mañana le pago” pertenece a los mismos productores de “no vuelvo a beber” y “la puntica no más”. Cierro paréntesis).

Y lo más grave es que no es un asunto nuevo, pues las fallas tecnológicas se iniciaron hace ya varias décadas cuando se presentaron las fusiones que originaron lo que hoy es Bancolombia. Con algún conocimiento de causa puedo referir que cuando se fusionaron el BIC, el Banco de Colombia y Conavi, se debía tomar la decisión de cuál tecnología asumiría la nueva entidad y, entre dos opciones (la del BIC o la de Conavi), se tomó la peor decisión, se optó por la del BIC a sabiendas que la de Conavi tenía mejores características. Han pasado muchos años y ese error inicial sigue presentando coletazos.

Es cierto que en organizaciones como Bancolombia existe una robusta área de sistemas y tecnología y allí está radicada una enorme responsabilidad por las fallas que suceden, pero no puede perderse de vista un principio administrativo tan tradicional como vigente: la responsabilidad no se delega y las cabezas visibles, presidente, gerente, CEO o como se le quiera llamar, debe responder por un asunto crítico de su negocio que no ha sido capaz de resolver. Lo más elemental que debe tener una empresa es la infraestructura física y tecnológica que le permita cumplir adecuadamente con su actividad y el tamaño, el número de clientes o la complejidad de las operaciones no puede ser una excusa.

La tecnología que requiere la aviación es muy compleja, el número de vuelos diarios en el planeta es innumerable, el número de pasajeros es enorme y resulta imperdonable que se caiga un avión. Así mismo y con las mismas características es imperdonable que se caiga la plataforma tecnológica de un banco y si sucede, alguien tiene que responder y no deben ser los mandos medios.