Por Pedro Juan González Carvajal*
Acaba de llamar la
atención de los colombianos el señor secretario de Transparencia de la
Presidencia de la República con respecto a que, según los datos oficiales, la
impunidad con relación a los casos de corrupción llega al 94%.
¿Qué puede decir
uno ante esta realidad palmaria?
Una reflexión
preliminar diría que este es un país corrupto desde su ADN o que los ciudadanos
de todo tipo nos hemos dejado secuestrar por estos pillos y nos hemos
convertido en sus cómplices, ya por pasividad, ya por omisión, ya por
desinterés.
Da rabia pensar en
que el Estado en su conjunto y obviamente desde el Gobierno de turno se propongan
periódicamente reformas tributarias que cada vez más asfixian a los
colombianos, en vez de emprender una lucha frontal contra este flagelo, caiga
quien caiga.
También entra en
cuestionamiento la real utilidad de la existencia del aparato de justicia
encargado de estos temas. Con solo un 6% de resultados, podríamos ahorrarnos
esa platica y simplemente acabar con esta organización… ¡Y no pasaría nada!
Independientemente de
las preferencias políticas de cada uno, es imposible no reconocer que, en el
ámbito nacional y en el de la capital antioqueña, los gobiernos en ejercicio se
han caracterizado por lo ruidosos. ¡Qué cansancio!
Parecen ambos una
verdadera zarzuela. Los diferentes actores entran o pasan por el escenario,
unas veces cantando, otras veces llorando, unas veces maldiciendo, otras
orando, a ratos desenfundan las armas, cantan en coro, a dúo o individualmente
en diferentes tonos, todos a una o cada cual por su lado. Otra vez ¡Qué
cansancio!
Estamos ante una
verdadera lluvia de anuncios y muy pocas realizaciones. Estamos siendo testigos
de una rotación desmesurada de ministros, secretarios y directores en ambos
gabinetes. De igual manera, permanentes denuncias de actuaciones indelicadas –por
decir lo menos– de muchos de los miembros de los gabinetes. También sentimos
“pena ajena” por algunas declaraciones que contienen ideas mal expresadas o
ideas definitivamente traídas de los cabellos. Además, se ha vuelto norma la
descortesía de no llegar a tiempo a reuniones programadas o simplemente no
llegar.
Para colmo de males,
existe un tono pendenciero con respecto a aquello o a aquellos que se
interponen en el logro de sus intereses.
No podemos dejar
atrás, ni mucho menos al lamentable espectáculo del congreso nacional y del
concejo municipal, cuya coherencia y compromiso deja mucho que desear. Definitivamente
su nivel de desprestigio es absolutamente merecido.
Muchos anuncios de
inversión, y la pregunta obvia sería: ¿está claro de dónde van a salir los
recursos?
El uno ajusta su
primer año de gobierno y el otro termina en unos meses.
La buena noticia ha
sido el fallo favorable de la Corte Penal Internacional de La Haya y la mala,
la inclemencia climática y los desastres que han costado decenas de vidas
humanas y un impacto terrible en la infraestructura vial, lo que restringe
nuestra movilidad interna y nuestra pretendida competitividad. Falta que llegue
el verdadero verano con toda su intensidad, para que la escasez de agua nos
ponga en jaque con racionamientos, y afectación de la agricultura.
Pregunta ingenua: antes
se tenían culpables por la subida del precio interno del dólar. ¿Ahora también
serán responsables de la caída de su valor?