Por John Marulanda*
La balconeada, al mejor estilo gaitanista y la
gastada vehemencia de sus palabras de campaña, hacen de Petro un real e
inminente riesgo para sus vecinos, especialmente Venezuela, con la que
malcoquetea comercialmente. El tránsito fronterizo encuentra cada día nuevos
tropiezos legales, mientras los gerentes locales recelan de la verdadera
capacidad de pago de sus contrapartes, que en su momento expropiaron sus
pertenencias.
Pero todo esto es el resultado
desastroso del comunismo y del nacionalsocialismo, hoy conocido como socialismo
del siglo 21 o progresismo disfrazado de indigenismo, unigenerismo, untado de
narcotráfico y proclive a la impunidad. Referencias: El Holomodor de Ucrania (Stalin, 1932-1933) 3.5
millones de muertos; la Revolución Cultural en China
(Mao, 1966-1976), 400 mil muertos; el genocidio del Khmer Rouge en Camboya (Pol
Pot, 1975-1979) con 2 millones de muertos y la Revolución Cubana (Castro,
1964-actualidad) con 5.000 fusilamientos y asesinatos extra judiciales.
Colombia es el tercer país en conflictividad, después de
Afganistán y de la República Democrática del Congo, además es el primer
productor de cocaína y la reciente sentencia de la CIDH
sobre el genocidio de la UP (1985-1993),
no solo ha servido para que los narcos terroristas
farianos se autoproclamen como víctimas, sino que ha sido la excusa para que Petro
salga a comparar el Estado colombiano con el régimen nazi: “(…) no hay diferencia entre el Estado Colombiano y
el Estado Nazi, y que el nuestro no solo es asesino, sino es genocida (…),
ayudó a matar a miles de colombianos simplemente porque eran de izquierda”.
Aclaremos. Fueron casi 300 los afiliados al Partido
Nazi en Colombia, entre ellos once pilotos, operadores de radio y mecánicos de
Scadta con sede en Barranquilla. Algunos fueron considerados “héroes
nacionales” y hasta recibieron la Cruz de Boyacá, como el comandante Herbert
Boy luego de su hazañoso desempeño en la guerra contra el Perú de 1932. Pero
durante la Segunda Guerra Mundial al menos 100 alemanes fueron confinados en el
hotel Sabaneta, en Fusagasugá, de acuerdo con una lista negra enviada por US. Y que Hitler anduvo por Tunja y
Paipa, según el escritor argentino Abel Basti, es algo que queda para la
especulación histórica.
A pesar de que Colombia ha sido catalogada como la
nación con la mayor desigualdad de la región, las “Jaulas de la infamia” como
las llamaron algunos o campos de concentración estilo nazi, fue lo que
testimoniaron todos los colombianos al ver a sus soldados y policías rodeados
por alambres de púas en el Caguán, luego de ser secuestrados y encerrados por
sus captores, en cabeza del “Mono Jojoy”. Esos sí eran campos de concentración
(*).
A pesar de que en la Escuela de Policía “Simón
Bolívar” de Tuluá, se haya representado un “evento pedagógico” con uniformes y
banderas nazis, en noviembre del 2021, que terminó con la baja de su director,
declarar públicamente que Colombia es un Estado Nazi, es un despropósito mayor.
Después de las fracasadas marchas pro-petro del pasado martes, Colombia sigue
siendo un Estado digno y democrático, pero no nazi, hasta ahora. Solo queda a
los colombianos recuperar la sensatez, la cordura y bajarle el volumen a la
irracionalidad que los mantiene tan polarizados, psicóticos y a punto de
explotar.