Por José Leonardo Rincón, S. J.
Educa
al niño y no tendrás que castigar al adulto. Construye escuelas, habrá menos
cárceles. Eran sentencias lapidarias cargadas de sabiduría preventiva. No les
hicimos caso. Nunca como país le apostamos en serio a la educación, la justicia
impoluta se corrompió. Los valores se trastocaron, lo que era antes repudiable
hoy es premiable. Lo que era bueno y justo hoy es un ridículo anacronismo.
Desde
hace rato la impunidad se estableció en la normalidad. Primero porque la rama
judicial siempre ha estado saturada de trabajo, desbordada en su capacidad.
Miles de procesos acumulados por años, sin resolverse, hasta que prescriben. Pero
también porque algunos se prestaron para el soborno y la corrupción. El dinero
seductor dañó mentes y corazones. Indudablemente contribuyó a todo esto la
violencia desatada contra los jueces. Cientos de ellos ofrendaron sus vidas
antes que claudicar en sus principios. Los jueces sin rostro, como dio en llamárseles,
tampoco fueron la mejor estrategia. En fin, todo un valle de lágrimas.
El
sistema carcelario resultó insuficiente ante el número de reos. El hacinamiento
en las cárceles se ha vuelto insostenible. No hay dónde alojar tanto
delincuente. Estos antros, en vez de ser un lugar de rehabilitación, se han
convertido en universidades del crimen. Internamente tienen su propio modo de practicar
la justicia: se viola, se castiga, se mata. Desde allí se monitorean actos
reprobables. Nadie sabe nada. La ley del silencio impera. Los guardas lo saben,
no se puede hacer nada.
Afuera,
en las calles, el crimen campea cada vez más orondo. Los ladronzuelos y también
los asesinos y malandros saben que poco o nada podrá pasarles. Si hay capturas,
pero no hay pruebas contundentes o falla algo en el procedimiento, el
delincuente queda en libertad. Para crímenes de baja monta ya no hay
judicializacion, el ladrón puede ser capturado 50 veces, otras tantas queda
libre. Las autoridades prometen siempre investigaciones exhaustivas que lo han
sido tanto que nunca ha habido resultados: siguen aún investigando…
A
niveles macro, la delincuencia de élite, llámese narcotrafico, guerrilla,
paramilitarismo, crimen organizado, gozan de especiales prebendas. Se
establecen acuerdos con beneficios para quienes han delinquido, hay indultos,
borrón y cuenta nueva. Los secuestros, la extorsion, las torturas, los
asesinatos y masacres, la rebelión y la asonada, el vandalismo y el terrorismo parecen
olvidarse impunemente. Las víctimas se revictimizan, se ignoran, maltratan y
olvidan. Como si nada hubiese pasado. Los victimarios siguen libres y los que
no lo estaban se convierten en actores políticos, o se les nombra gestores de
paz. La impotencia y el desconcierto son generalizados.
Matar
un niño en un vientre materno no es delito. El incesto tampoco. Castigar una mascota
o no darle puesto preferencial en un avión son crímenes execrables. Se llora
por plantas y animales, pero se ignora o mira con desdén al pobre y miserable. Estamos
patas arriba.
¿Qué
mensaje se manda a las nuevas generaciones?, ¿qué futuro nos espera cuando lo
que era malo ahora es bueno y lo que era bueno ahora es malo? Los pedagogos lo
sabemos, lo que más deseduca y decepciona es la falta de justicia. Cuando un
niño o un joven ve que se cometen errores y estos antes que ser castigados se
premian, se sienten con derecho a hacerlo. Si el rigorismo era cuestionable, el
permisivismo y el laxismo son realmente perversos y dañinos. O ¿Usted qué
opina?