viernes, 30 de diciembre de 2022

Nada de agüeros

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Nunca he creído en agüeros. Que si el gato negro, que si se le regó la sal, que si pasó debajo de la escalera, que si la escoba detrás de la puerta; que si el martes 13, que si San Antonio puesto de cabeza… Hay gente estresada con esos cuentos y vive atenta para evitarlos a toda costa o para prepararlos si es del caso. La sugestión es tal que le ponen todo el drama al asunto, se empeliculan con el cuento y hasta resultan siendo víctimas de sus propios rollos, atrayendo males y desgracias o convencidos ingenuamente de que sí funcionan.

Para la noche del 31 de diciembre hay agüeros propios de la temporada. Que los interiores amarillos y ojalá al revés para que económicamente nos vaya bien; que las 12 uvas con cada una de las campanadas, a las 12 de la noche; que echar unas papas a medio pelar debajo de la cama para que no falte la comida; que darle la vuelta a la manzana con las maletas para poder viajar, etcétera. De pronto a algunos les sale, pero la mayoría sigue ilusionada, año tras año, a ver qué pasa. Muchos no dejarán de vivirlo como algo lúdico y gracioso, afortunadamente.

Que nos vaya bien en el nuevo año, que obtengamos buenos logros, que progresemos en la vida y vayamos por la senda correcta no es cuestión de suerte, ni de agüeros, sino fruto de una juiciosa planeación y del trabajo cotidiano esforzado. Es verdad que no todo depende de uno, ni las cosas salen siempre como uno quisiera. Es verdad que hay situaciones imprevistas que nos desbordan y superan: ¿quién previó con suficiente antelación que tendríamos dos años devastadores con ocasión de la pandemia?, ¿alguno vaticinó los efectos del conflicto entre Rusia y Ucrania? Eso es cierto, pero también es cierto y mucho más razonable que es mejor discernir y organizarse que dejar las cosas a la deriva del azar y la suerte.

Que nos vaya mal no es porque se nos regó la sal o un gato negro se nos atravesó en el camino o pasamos por debajo de una escalera. Que nos saquen del llavero o perdamos el trabajo no fue porque pusieron una escoba detrás de la puerta. Que nos vaya bien en el amor no es porque pusimos patas arriba al pobre San Antonio. La prosperidad económica no está en los chillones calzoncillos amarillos. Ni que tengamos viajes porque hicimos el oso de sacar una maleta para correr como dementes por la calle.

Dado que ahora nos gobierna la objetividad basada en hechos y datos, quisiera ver las contundentes cifras, estudios estadísticos y rigurosas investigaciones que nos digan que los agüeros funcionan. Si los publican y me desmienten, aún así, seguiré afirmando que las buenas cosas en el nuevo año y siempre, no se darán por golpes de suerte o porque funcionaron los agüeros sino porque asumimos responsablemente nuestras obligaciones y labores. Eso sí está demostrado: que la constancia vence lo que la dicha no alcanza. Y las grandes realizaciones humanas han sido fruto de la tenacidad y la lucha por alcanzarlas, no por el cumplimiento de agüeros. ¡Feliz y bendecido año 2023!