Por John Marulanda*
A poco de cumplir 100
días en el poder, Petro ha declarado la emergencia nacional que, aunque la
endilga a la crisis climática de La Niña, parece que se trata en realidad de la
situación económica que nos tiene a todos con los pelos de punta. A todos,
menos a sus áulicos. El cambio del dólar, la incertidumbre inversionista, la
nueva reforma tributaria, sus declaraciones sobre cambio climático en COP27
ante unos 200 jefes de Estado y líderes globales y la tal paz total, entre
otras realidades, han revolucionado el optimismo de un país con un crecimiento
superior al de sus pares vecinos. El fenómeno no es solo de Colombia, ni de
ahora.
En Brasil, los
militares soportan la presión de la ciudadanía que enfrenta a un expresidiario
Lula, con menos del 30% de poder parlamentario. Con manifestaciones en 11
estados, el Ministerio de Defensa debe presentar un informe técnico sobre el
sistema de voto electrónico utilizado en las recientes polémicas elecciones.
En Perú, Castillo que
acaba de nombrar su cuarto gabinete en este semestre, ha sido repetidamente
denunciado por su comportamiento gangsteril. “Traidor a la patria” le gritan los peruanos enardecidos en Lima y
10 ciudades más. Los militares en activo guardan silencio, los retirados
protestan y la policía ataca con gases lacrimógenos a los manifestantes en el
centro de la capital.
En Chile, Boric y sus
propuestas de reformas pensional y de salud, han impulsado la inconformidad
cívica que desde aquí se percibe como un hijo con un papá mucho más joven. Con
menos del 25% de favorabilidad, el estudiante venido a presidente es el vivo
cuadro de un advenedizo. Para dónde va Chile, es la pregunta que flota en el
ambiente pues el rechazo a la nueva constitución comunista nos envió un fresco
de democracia a los colombianos. En ese país, los retirados no dicen ni mu, los
del servicio activo continúan con sus maniobras de manual y la policía es
atacada por ciudadanos inconformes en Santiago y otras urbes.
Venezuela es una nueva
posibilidad que el actual Gobierno ha abierto con la actualización de vuelos,
aunque en asuntos de seguridad fronteriza la situación no cambia radicalmente,
mientras el nuevo ministro de Defensa balbucea después del más reciente consejo
de seguridad en Arauca. ¡Hubiera sido mejor magistrado! La ímproba tarea de
bloquear las trochas de ese límite binacional es un imposible físico para la
FFPP colombiana.
Juanita Goebertus, la
nueva directora de la ONG Human Rights Watch, lo ha repetido claramente: hay un
“crecimiento y ampliación de poderes de
regímenes autoritarios tanto de derecha como de izquierda donde el eje común es
una pérdida dramática de la confianza en la democracia, en los partidos, en el
Estado de derecho y en las instituciones”. Como nunca, la ciudadanía
latinoamericana pinta horizontes de autoritarismo tipo Bukele, lo que nos pone
a todos al borde de la silente subordinación, pobreza al mayoreo o emigración
forzosa a países con mejores climas económicos.
Todo el continente, en
fin, renueva su tradicional convulsión que esperamos no se convierta en
cotidianidad y, lo que es peor, en un giro violento hacia la derecha, hacia
regímenes autoritarios.