sábado, 12 de noviembre de 2022

El sentido de las marchas en Colombia

Luis Alfonso García Carmona
Por: Epicteto, el opinador

“Dinos, Epicteto, cuál es tu opinión sobre las marchas de protesta contra el gobierno en Colombia, ¿se deben suspender antes de que los manifestantes empiecen a cansarse, o deberían continuar?” La respuesta a la pregunta de mis habituales contertulios fue la siguiente:

Lo importante es buscar el verdadero sentido de la protesta. Existen suficientes razones para seguir protestando, empezando por el espurio origen de los elegidos dentro del proceso más fraudulento del que se tiene noticia en la historia del país. Lo que aún no nos explicamos es cómo ni el Gobierno anterior ni los jueces, ni los organismos de control, ni las autoridades electorales se dieron por enterados de las múltiples anomalías denunciadas y omitieron correctivos tan elementales como el de hacer reconteos de votos en los lugares donde se sospechaba la presencia de las prácticas fraudulentas.

De otro lado, han bastado 90 días, para que el país empiece a desmoronarse en todos los aspectos: el de la seguridad, pues ya es la criminalidad la que gobierna y cada vez es premiada con más impunidad; el de la economía con un dólar a $5.200, precio al que jamás había llegado; con una reforma tributaria que encarece el costo de vida para todos los colombianos y afecta hasta la canasta familiar; con una inflación que en lo que va corrido del año llega al 23%, la más alta en los últimos 23 años;  con la pérdida del 31% de los ingresos de cada colombiano;  con graves amenazas sobre el sistema de salud, uno de los mejores del continente; y cada día, nos trae una nueva razón para la protesta.

Pero el sentido que le debemos imprimir a la protesta no es el de humillarnos ante la adversidad, sentir angustia, desesperación o apatía por lo que nos ha tocado vivir. En una palabra, no actuemos como las víctimas que conducen como un rebaño hacia el matadero.

En un estupendo video nos transmite ese gran colombiano que se llama Andrés Felipe Arias la siguiente frase de Viktor Frankl: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.

Allí está la verdadera respuesta. No esperemos que el gobierno de Petro caiga porque salgamos a protestar. Tampoco nos hagamos la ilusión de que, por obra de sus equivocaciones, llegue a perder las próximas elecciones, pues ya está probado cómo manipula los resultados electorales. Si no podemos cambiar las cosas por esos medios, cambiemos nosotros mismos: Dejemos de comportarnos como víctimas y convirtámonos en sobrevivientes. Adoptemos una actitud serena, responsable y, sobre todo, inteligente, ante el desastre que envuelve a nuestro país.

¿Cuál es, entonces, esa actitud inteligente, de sobrevivientes, ante la necesidad de protestar? Demos sentido a las marchas. Deben tener como único objetivo el derrocamiento del gobierno comunista de Petro mediante la no violencia, la desobediencia civil y la no cooperación, tal como lo enseñó Gandhi cuando, con esas armas, derrotó al poderoso Imperio Británico.

¿Qué se requiere para lograr el objetivo? Tres cosas: 1) Que cambiemos nuestra actitud de víctimas por la de sobrevivientes, 2) Que organicemos a los marchantes. Basta con pedir a cada uno, empleando los medios electrónicos, su nombre, número de celular, actividad principal y municipio de residencia. De esta manera, los dirigentes de las marchas pueden saber con quiénes pueden contar y agrupar a cada uno de acuerdo con sus vínculos naturales, el municipio y su actividad personal. 3) Que diseñemos la estrategia escalonada de las marchas hasta la paralización total del país y la asunción del poder por parte del pueblo, sin intermediarios políticos, representado por los comités previamente seleccionados a partir del municipio y de la actividad laboral.

Pensemos, con el nuevo sentido que debemos dar a nuestro destino, que podemos romper el aforismo vigente desde Maquiavelo hasta nuestros días, de “que la lucha política activa está circunscripta en su mayor parte a pequeñas minorías de hombres, y que los miembros de la mayoría son y seguirán siendo, suceda lo que suceda, gobernados”. (BURNHAM, James, Los Maquiavelistas, Emecé Editores, Buenos Aires, 1945, pag. 72)