Por Pedro Juan González Carvajal*
Los medios de comunicación se encargan de inventar
paulatinamente programas, eventos o circunstancias para poder justificar su
existencia y cómo mantener entretenido al gran auditorio poco ilustrado.
Uno de estos últimos desarrollos es generar la expectativa
de cómo va un nuevo gobierno durante sus primeros 100 días de ejercicio en el
poder.
Nada fácil la tarea, pues 100 días es poco para todo lo que
hay que hacer y mucho para lo que se debió haber preparado con anterioridad.
Los saludos al interior y al exterior del país, los
nombramientos de los distintos funcionarios en los altos niveles, el
establecimiento de relaciones con los distintos poderes públicos y con las fuerzas
armadas y de policía, el establecer puentes con los representantes del sector
privado y de los otros sectores, el establecimiento de la coalición de gobierno
a nivel legislativo, la atención permanente a los medios de comunicación, la atención
a situaciones cotidianas y de coyuntura, entre otros varios asuntos, hacen que
el tiempo pase vertiginoso y pareciera que no alcanzara.
Como es apenas natural por la prevención que este
nuevo Gobierno origina en casi la mitad de la población y la esperanza
que motiva en la otra mitad, este no ha sido un arranque fácil.
Casi milagroso haber conseguido armar un grupo de coalición
de Gobierno en el Congreso en los primeros 15 días, asunto que requiere un
análisis más juicioso. Exitosa presentación de proyectos de ley estratégicos para
el nuevo Gobierno y conseguir la aprobación de varios de ellos en estos
primeros 100 días.
Excelente conformación representativa del equipo
ministerial más inclusivo de la historia.
Acertado manejo de comunicación directa entre el presidente
de la República y algunos de los expresidentes que aún están metidos y tienen
injerencia en la vida pública.
Adecuada la definición de líneas claras con respecto a
temas neurálgicos como las relaciones con Venezuela, el tema de las drogas, el
proyecto de paz total y el entendimiento con Fedegán con respecto a la
compra de tierras que despejó las dudas sobre la expropiación de tierras para
este subsector económico, lo cual parecía imposible, entre otros.
Imperdonable improvisación y desacierto en varios
nombramientos, tanto en el orden procedimental como con respecto a la idoneidad
profesional y la experiencia de algunas de las personas.
Pésima coordinación de comunicaciones entre ministros y entre
altos funcionarios del gobierno.
A los presidentes se les debería aconsejar que no emplearan
herramientas tecnológicas como Twitter, pues no se aguantan las ganas de
escribir bobadas que muchas veces, en vez de dar claridad, confunden.
Posturas justificables en términos ambientales, pero mal
presentadas, y mal estudiadas, con respecto a la suspensión en el tiempo, del
uso de hidrocarburos, sin tener en cuenta los impactos en el corto plazo.
Desorden e improvisación ante la apertura fronteriza con
Venezuela.
Como coincide la instalación del nuevo Gobierno con el
calendario de asambleas gremiales, cada presidente de gremio quiere llevar al presidente
de la República o al ministro asociado a sus intereses como invitado principal
para mostrar ante sus afiliados su nivel de influencia, poniendo entre los
palos a los invitados que están apenas tratando de aterrizar en sus cargos.
Enfrentamientos estériles con Estados Unidos y Nicaragua,
con quienes tenemos que seguir mínimo, coexistiendo, sobre todo con Nicaragua
con quien tenemos cita en La Corte Internacional de la Haya por estos días.
Regular manejo de la incertidumbre económica que se
presenta a nivel planetario. Muchas de las declaraciones internas, pareciera
que atizaran el fuego.
El presidente no debe intervenir en el manejo de la capital
Bogotá, D.E. Debe actuar como presidente y no como alcalde de la ciudad. Cada
época trae su afán.
Mucho esfuerzo mediático, muchas declaraciones, lo cual
muestra y demuestra ansiedad, pues así no se gobierna. Se gobierna es con
realizaciones y no con anuncios.
Acertado manejo comunicacional de la emergencia invernal. Oportuno
cambio de representantes y apoderados ante la Corte Internacional de La Haya
para el tema con Nicaragua.
Exitoso trámite del proyecto de reforma tributaria cuyo
contenido, sea cual sea y sea quien sea el Gobierno que lo presente, jamás será
del agrado de las personas y de las instituciones.
Todavía se esperan estrategias contundentes contra la
corrupción, la inseguridad, la generación de empleo, entre otros asuntos.
Por ser un asunto de interés estratégico nacional, espero
una postura más contundente con respecto a Hidroituango.
También se espera, pues este Gobierno se ha autoproclamado
como el “Gobierno del Cambio”, qué se va a hacer con la justicia, la
salud, la educación, las pensiones, las relaciones internacionales y la
productividad, la competitividad y la promoción del comercio exterior en el
país, entre varios asuntos que llevan decenios esperando alguna intervención modernizadora
por parte de un Gobierno con voluntad para sacar adelante las transformaciones
necesarias.
De igual manera espero un manejo responsable y respetuoso
de la carrera diplomática y no llenar de lagartos las embajadas, los
consulados y los cargos medios pagando favores políticos.
Al menos se pueden considerar como simpáticas las primeras
manifestaciones contra el gobierno en los primeros 100 días y ridícula la
aparición fugaz y la desaparición del escenario político nacional del candidato
que quedó de segundo.
De los 1.460 días que dura un gobierno en Colombia, pues ya
van un poco más de 100 días. Demasiado pronto, pero dicen por ahí que ya desde
el desayuno se sabe más o menos como van a ser el almuerzo y la comida.
Como ciudadano le deseo muy buena suerte al Gobierno
actual. Si al Gobierno le va mal, a todos nos va mal.
Espero ingenuamente que, ante el primer escándalo de
corrupción en este Gobierno, la respuesta sea ejemplarizante.
Personalmente estoy de acuerdo con muchos de los QUÉ,
expectante con respecto a los posibles CÓMO y muy atento a los con QUIÉN,
que es en donde fallamos tradicionalmente en todos los gobiernos.
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