Por John Marulanda*
El desbarajuste moral del
gobierno Ortega-Murillo está certificado no solo por la OEA sino por la Unión
Europea, que declaró persona no grata a la embajadora nicaragüense Zoila Müller
en retaliación por la expulsión de la diplomática Bettina Muscheidt, a lo que
se agrega el “rechazo absoluto” de Managua al embajador norteamericano Hugo
Rodríguez; la calificación de injerencista a la diplomática neerlandesa para
Centroamérica; la exclusión del Nuncio apostólico y la señalación del Papa como
“santo tirano”.
Diplomacia y moral
El pasado 12 de agosto, Colombia
y Nicaragua estuvieron ausentes de la sesión extraordinaria que culminó con una
sanción de la OEA a Managua por su violación a los DDHH, especialmente contra
la iglesia católica, 7 de cuyos sacerdotes siguen retenidos por la dictadura
mientras 18 monjas teresianas han tenido que buscar refugio en la vecina Costa
Rica.
El Palacio de Nariño en Bogotá
informó de una orden directa y expresa de Petro y su canciller Leyva para tal
ausencia, “por razones humanitarias”: 21 presos políticos, entre ellos
cuatro aspirantes a la Presidencia y unas 200 organizaciones humanitarias
purgadas, entre ellas la Academia Nicaragüense de la Lengua. Se habló en el
momento de una censura del nuevo canciller, con quien nos encontramos en Lima
recientemente. La misma se hizo a puerta cerrada el pasado septiembre 09 y,
retractándose, el canciller aclaró que “Se va a firmar una moción de condena
en Ginebra junto a 52 países y Colombia va a firmar. Hay que condenar al señor
Ortega”; “El obispo encarcelado en Nicaragua (monseñor Rolando Álvarez)
no tiene nada que ver con el caso de La Haya”, remató el diplomático. No
mencionó su interés en firmar una carta posterior que adhiriera a la condena
mayoritaria de la OEA. En el entretanto, la justicia argentina investiga a la
dictadura centroamericana por crímenes de lesa humanidad.
Desde el pasado 21 de
septiembre, Ortega-Murillo había nombrado su embajador en Colombia, un veterano
diplomático con experiencias en Irán, Yugoslavia, Ecuador y Costa Rica. El 3 de
octubre, el recientemente nombrado embajador de Colombia en Managua, se
posesionó. Algo turbio pero discreto, corre entre Petro y Ortega-Murillo, vía
Leyva y Muñoz.
El asunto geopolítico
El 4 de octubre, la Corte
Internacional de Justicia de La Haya conminó tanto a Colombia como a su
contraparte “nica”, a que eviten consideraciones estrictamente técnicas sobre
la solicitada extensión de 200 millas de Zona Económicamente Exclusiva
adyacente a los cayos e islas circundados por el nuevo mar nicaragüense, lo que
podría extender la soberanía del país centroamericano a proximidades a
Cartagena. La misiva, dirigida a Arrieta y su coagente Cepeda, quienes
renunciaron a los pocos días de la llegada de Petro a la presidencia, deja al
canadiense Donald M. McRae, juez ad hoc de Colombia ante la CIJ, como el pilar
visible de la defensa jurídica del país frente al embate consistente de
Nicaragua. A escasas semanas de una nueva ronda de alegatos, no se sabe aún
quiénes serán los designados para representar a la nación en La Haya, generando
una gran incertidumbre sobre los intereses geoestratégicos de Colombia en su
soberanía marítima.
En una charla con el almirante
en retiro Roberto Serrano, nos explicó los eventuales aportes novedosos que su
hijo, establecido en La Haya desde que dejó la Escuela Naval, podrían hacer
gracias a la aplicación de un artículo de la reglamentación de la misma Corte,
que permite revisar fallos a la luz de nuevos descubrimientos. Escuchado por almirantes
retirados asesores del grupo legal autocesado, no parece que tales hallazgos
hayan sido lo suficientemente sólidos para convencerlos. El fallo de los 75 mil
kilómetros cuadrados de mar, quedará en firme el próximo mes de noviembre.
Tanto Petro como su canciller
oportunista, guardan silencio mientras los militares retirados y activos,
primeros interesados en la soberanía nacional y la ciudadanía en general, miran
con preocupación el futuro inmediato. ¿Perderemos la soberanía económica de esa
parte marítima del Caribe? ¿Se armará un rifirrafe aeronaval, ahora que Rusia
hace fuerte presencia en Nicaragua, con el apoyo de Cuba y Venezuela?
Aprovechando la afinidad ideológica con Petro, Maduro, Díaz-Canel y
Ortega-Murillo, ¿“dejarán así” este litigio estratégico?
Aislada moral y
diplomáticamente, la dictadura no pasa por su mejor momento y será difícil
encontrar en el futuro una Nicaragua más propensa a ceder en sus intereses
geoestratégicos en el mar caribeño. Difícil perspectiva para la geopolítica
regional, decidida desde Europa, desde donde se insiste en un tratado
binacional.