viernes, 2 de septiembre de 2022

Entre ascensos y descabezamientos

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Impacto fuerte, por no decir consternación, ha causado en las fuerzas militares la designación de la nueva cúpula, pues se ha llevado por delante alrededor de 50 generales de alto rango.

El estricto protocolo de ascensos prevé claramente que esto suceda. Y eso significa que pesan los rangos de jerarquía y la antigüedad. Se va haciendo fila, literalmente hablando, y el que va primero tiene la posibilidad no solo de ascender primero, sino que, además, por su antigüedad, así esté en el mismo rango de sus colegas y compañeros, tiene prelación de autoridad sobre el que va detrás. Así ha sido siempre, así se ha aceptado, así ha funcionado.

Se tiene claro también que es una pirámide donde las cohortes numerosas en las bases se van reduciendo con el paso de los años. Cada cinco, ordinariamente, se va ascendiendo en la oficialidad, desde teniente hasta general full de 4 soles o estrellas pasando estricta y ordenadamente por todos los grados de capitán, mayor, teniente coronel, coronel, brigadier general y mayor general. El asunto tiene su inercia y su ritmo y se acata sin discusión alguna.

Sin embargo, en la historia reciente se han presentado situaciones excepcionales por lo exóticas o sorprendentes. La discrecionalidad del jefe de Estado para realizar los nombramientos es lo que lo genera. Recuerdo cuando el presidente Uribe reencauchó a Teodoro Campo en la Policía trayéndolo desde el retiro a la Dirección General. La más alta oficialidad protestó por ello, porque significaba romper la cadena institucional prevista. El resultado fue el descabezamiento de los 13 o 14 generales firmantes. Las órdenes no se discuten. Igual pasó cuando nombraron al general Naranjo quien teniendo un rango y autoridad menor se llevó por delante a media docena de generales superiores suyos. La historia acaba de repetirse, solo que en todas las fuerzas y generando un traumatismo mayor porque al nombrar quienes venían en fila abajo obliga a descabezar gente valiosa que estaba antes y arriba. Se pierden muchos años de formación y experiencia. El mismo presidente Petro, al anunciarlo, reconoció que con ello se podrían haber cometido algunas injusticias, esto es, sacrificar generales cualificados y honestos. Nada hay que hacer en el actual esquema.

En la jerarquía del clero diocesano católico pasa una situación análoga, se va ascendiendo y más de un prelado aspira legítimamente a un ascenso. El seminarista ordenado presbítero comienza siendo vicario parroquial, párroco, arcipreste, vicario episcopal, obispo, arzobispo, cardenal, papa. No es estrictamente así, pero nos da una idea de similitud. En cambio, en el clero religioso sucede un fenómeno muy diferente: un día se puede estar en la alta cúpula y al otro descender a un trabajo humilde. Se puede ser superior, superior provincial o incluso superior general, rector de una prestigiosa universidad o director de una obra muy importante y al otro día pasar al anonimato. Recuerdo el caso entre nosotros del padre Kolvenbach quien siendo general de los Jesuitas un día renunció y terminó sus últimos días como bibliotecario en la Universidad de San José en Beirut. Algo que nunca se imaginaría uno en el mundo militar: que un general o coronel lo fuese un día y al otro pasase a ser capitán o mayor. Impensable.

Volviendo al caso militar, realmente es un filtro muy duro y, quizás injusto en muchos casos porque esa inercia irrefutable deja tendidos en el camino a hombres que por su conocimiento y comportamiento ético deberían estar prestando su servicio al país. Yo no sé si en la propuesta del presidente Petro cuando dice que un suboficial con méritos puede ascender a oficial (algo impensable hasta ahora) haya pensado en no descabezar oficiales valiosos simplemente porque la tradicional inercia les cortó de tajo y por desgraciada coincidencia la posibilidad de un cualificado servicio a la patria. Eso tendrían que pensarlo.