Por José Alvear Sanín*
Aun después del completo destape de Petro en la semana que
acaba de pasar, quedan muchos que lo siguen juzgando como si él fuera el
presidente de la República de Colombia –Estado democrático y civilizado–, en
vez de reconocerlo como el jefe de la revolución, que va a sustituir nuestra
centenaria República por un Estado bárbaro, que eliminará todo lo que hemos
edificado a lo largo de 212 años.
Como presidente de la República Petro es un fracaso. En
cambio, como conductor revolucionario es sobresaliente y no ha cometido ninguna
equivocación buscando ese fin. En las primeras interminables seis semanas llenó
el gobierno de sujetos ineptos para la administración, pero perfectamente
funcionales para la autocracia que están montando aceleradamente.
Basta pensar en la reforma tributaria, en la política explícita
sobre las industrias extractivas y en la implícita sobre salud, en el estímulo
a la ocupación de tierras y en la emasculación de las Fuerzas Armadas, para
comprender hacia dónde va el gobierno y la inutilidad de criticar sus
determinaciones. Todas ellas son tan inexorables como funestas para la
República, pero conducentes a la revolución ya iniciada.
El viaje a los Estados Unidos fue escogido por Petro como
escenario para su destape definitivo. El discurso en la Asamblea de las
Naciones Unidas es infame desde el punto de vista de la democracia, las
relaciones internacionales y el derecho. No corresponde a un jefe de Estado
responsable, pero es congruente con el programa revolucionario del
“exterrorista”. Desde esa perspectiva es inobjetable.
Petro se erige en un ecologista tan radical como infantil:
la cocaína ya es verde, mientras petróleo y gas son elementos tóxicos y
letales. Los 4 litros/segundo que consume su jet dejando huella de carbono no
valen la pena, porque el gran iluminado fulmina su mensaje salvador desde la
principal tribuna mundial, frente a la pobre humanidad que injustamente lo
ignora…
Así comenzó el destape de Petro. En tres días decretó el
inicio del narcoestado inerme de Colombia y anunció la “compra” de tres
millones de hectáreas con bonos basura, para disfrazar la real expropiación de
las tierras productivas, sin tener en cuenta ni el posible baño de sangre ni la
segura escasez alimentaria, precursora de la hambruna estructural castrista que
quiere para Colombia.
El destape se completó luego con el anuncio de una reforma
pensional con repartición demagógica para extraños al sistema y expropiación de
los cotizantes.
Hasta ahí el destape explícito, al que no podía faltar el
implícito, que se dio en la sede de la Open Society Foundations, cuando Alexander Soros
celebró la visita de Petro y su séquito, confesando “the importance of our long-standing commitments to
the peace process, drug reform and protecting the Amazon”
(!!!).
Estamos pues notificados de la triple orientación ideológica
del gobierno que padecemos: 1. Castromarxismo. 2. Foro de Sao Paulo, y 3.
Agenda legalizadora de las drogas, el aborto, la ideología de género, la
eutanasia y la eliminación de cualquier vestigio cristiano en la sociedad, todo
esto articulado por el Nuevo Orden Mundial, que promueven los Soros con
incontables recursos económicos, mediáticos y políticos.
A Petro le está yendo muy bien, y a Colombia, muy mal. Hay
pues que juzgarlo por lo que verdaderamente es y por lo que está haciendo, sin
apartarse un milímetro de sus vitalicias obsesiones, nunca disimuladas, y que
pondrá en ejecución a cualquier precio, en contra de 50 millones de
colombianos, condenados a repetir la tragedia de Venezuela o algo aún peor.