miércoles, 24 de agosto de 2022

¿La de Giovani Yule o la de Cecilia López?

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Lo que los comunistas entienden por “reforma agraria”, repartición de las tierras productivas como paso previo a la colectivización, es un dogma de imperativo cumplimiento.

Nunca consideran la posibilidad de una reforma agraria productiva como, por ejemplo, las de la Rusia postsoviética o la de la China después de Mao, que devolvieron la libertad empresarial al campo, ni la importancia ecológica de las tierras incultas, ni la aparición de una “agricultura inteligente” para hortalizas, con alta tecnología, donde el terreno es lo de menos, porque se cultiva en invernaderos, galpones y terrazas urbanas.

Hay que erradicar, en cambio, el ánimo de lucro y la iniciativa privada. A los agricultores eficientes se los despoja de las tierras, bien sea de manera violenta o mediante la expropiación, que ahora en Colombia se llama “democratización”, para no emplear ese asustador vocablo.

La “reforma” de la minagricultura, Cecilia López Montaño, consiste en elevar arbitrariamente los impuestos prediales para estimular la explotación de predios incultos, de manera que los propietarios, desesperados, le vendan al gobierno al precio que este fije, a cambio de bonos basura, en realidad, porque serían de muy bajo interés y a largo plazo, de manera que la inflación se los coma en poco tiempo. En esas condiciones se hace reforma agraria a bajo costo.

Ese es el principio explícito de la “reforma agraria” de Petro, para no hablar de la amenaza adicional sobre cultivos que no correspondan a “la vocación ecológica” de los terrenos, definida por los burócratas del Ministerio.

Pasar de esas amenazas a la compra masiva de tierras no es muy difícil, pero demanda algún respeto por formalidades, tramitología y cierto tiempo. Precisamente por esos escollos avanzará otra “reforma agraria”, implícita, expedita e inexorable, que consiste en la invasión y ocupación de predios productivos, bien sea por grupos indígenas, o por “movimientos campesinos”, además sin costo para el fisco.

Ese procedimiento, ya bien ensayado en el Departamento del Cauca, donde no fue combatido por el gobierno anterior, ahora empieza a tomar mayor ímpetu, sobre todo porque Petro ha dicho que la solución en esos casos es el “diálogo”, y la ministra agrega que “la paz prima sobre el derecho de propiedad”.

Uno de los primeros nombramientos de Petro recayó en Rangel Giovani Yule Zape, líder indígena de las organizaciones que promueven la ocupación de tierras productivas, y protagonista de actos terroristas ejecutados en Cali durante el llamado “estallido social”, en el que su minga estuvo presente.

Más que un nombramiento, lo del señor Yule fue el anuncio de la tolerancia con la que el gobierno responderá a la violencia para constituirla en modo adquisitivo de dominio.

Por otra parte, la ministra también ha dicho que lo de las tierras indígenas improductivas no se tocará, ni con reforma ni con impuestos, así los resguardos de 720 pequeñas comunidades (4% de la población) ocupen 30 millones de hectáreas, ¡superficie comparable a la de Alemania!

Es bien claro entonces que la reforma petrista avanzará simultáneamente, tanto por la vía lenta de la López Montaño como por la rápida de Yule Zape. Lo único que les importa es cumplir con el imperativo agrario marxista-leninista, injusto, regresivo, improductivo y colectivista, que ocasionará inexorable hambruna, como fue en la URSS, la China de Mao, y desde siempre, en la famélica Cuba de Castro y en la pobre Venezuela.

¡Queda el consuelo de que cuando ya no haya comida, la importemos, para cocinarla con gas venezolano!