Por Pedro Juan González Carvajal*
Medellín ha sido una
ciudad resistente, enjundiosa, testaruda y resiliente como dicen ahora. Hemos
superado dificultades de todo tipo y nos debemos sentir orgullosos por ello. La
historia no debe dejarse a un costado, sino que debe servir como plataforma
para la realización y concreción de nuevos ideales y proyectos.
Es por ello por lo que
quiero traer del recuerdo algunos hechos que en su tiempo fueron significativos
y detonantes para la superación de las circunstancias adversas del momento.
Cuando el Metro, nuestro
proyecto de infraestructura insignia en medio del narcoterrorismo que nos
agobiaba, suspendió obras, el entonces Banco Industrial Colombiano -BIC- se
echó al hombro la frustración, la desazón y el miedo generalizado y comenzó a
realizar ejercicios divulgativos y pedagógicos alrededor de cómo sería la
interacción del ciudadano común, el futuro usuario, con el Metro y nació lo que
hoy se reconoce como “Cultura Metro”.
A esta iniciativa lo
acompañó de cerca la Fundación “Amor por Medellín” y su pegajoso jingle musical,
así como la coincidencia de la obtención de la primera Copa Libertadores para
Colombia por parte del Atlético Nacional.
Paralelamente se
comenzaron a desarrollar varias iniciativas de todo tipo y alcance. Se comenzó
a jugar fútbol sin árbitros en los barrios para estimular la convivencia pacífica
y se incrementó el número de espacios deportivos. Se impulsó el desarrollo de
la Red de Escuelas de Música en los barrios para invitar a que en vez de un
arma el joven accediera a un instrumento musical. Se inició la gesta de Inexmoda
y Colombia Moda. Se incrementó la inversión en espacios públicos, y apareció la
Red de Bibliotecas de Medellín y el aprovechamiento de infraestructuras
existentes complementándolas con las denominadas UVAS –Unidades de Vida
Articuladas–.
Se instaló “La Gorda” en
el Parque de Berrío y se desarrolló el proyecto estrella alrededor del Museo
Botero como homenaje al gran Maestro con su enorme impacto urbanístico
alrededor de la Plaza Botero.
Lo anterior es solo una
pequeña muestra de realizaciones, hechos que fueron posibles gracias a la
iniciativa y al respaldo de los alcaldes, los concejales, las instituciones de
todo tipo, los empresarios de cada momento y la participación ciudadana.
Es en medio de las
dificultades que se conoce el valor, el carácter, la fortaleza, el compromiso y
la voluntad de los líderes del momento.
Es por eso por lo que no
podemos ser desagradecidos y no podemos olvidar ni dejar de reconocer los
enormes aportes de los grandes hombres y mujeres de la época que no fueron
inferiores a sus retos y supieron mantener la calma en medio de la zozobra y
nunca soltaron el timón.
Una invitación a no cejar
en el empeño de hacer de nuestra ciudad, de nuestro departamento y de nuestro país,
un mejor vividero para las generaciones presentes y futuras.
Recordemos a Gustav Malher
cuando dice: “La tradición es mantener vivo el fuego, no adorar las cenizas”.