Por Pedro Juan González Carvajal*
El 9 de agosto se cumplen 35 años de la escaramuza con la
Corbeta Caldas de Colombia en los límites marítimos con Venezuela por la parte
alta de la Guajira, por Punta Gallinas, en territorio marítimo que Colombia
considera propio, lo mismo que Venezuela.
A través de la historia se ha demostrado hasta la saciedad
que las premisas de siempre y de nunca son incumplibles y que
solo se requiere del deseo o de la voluntad de las partes en confrontación o en
desacuerdo, para salir del pantanero y poder solucionar la situación. De igual
manera, no es sino que a un solo individuo con relativo poder le dé por
incumplir lo pactado, y ahí acaba con la batica de cuadros y los esfuerzos de
generaciones enteras.
Ahora que entraremos en un nuevo clima de relaciones con la
hermana República Bolivariana de Venezuela, no sobraría intentar poner por
encima de los intereses de los respectivos gobiernos, los intereses de nuestras
naciones. A eso se le llama grandeza.
Como primera medida, propendería por establecer la doble
nacionalidad entre colombianos y venezolanos. Es el reconocimiento histórico
que estamos ligados por nuestro origen, por los lazos humanos y la condición
geográfica que nos aglutina.
He propuesto desde hace mucho tiempo, la conformación de
una gran Zona Franca que se genera de manera espontánea, teniendo en cuenta y
respetando las relaciones que se han dado a través de los decenios entre los habitantes
de los departamentos del Norte de Santander por parte de Colombia y del Estado
Táchira por parte de Venezuela.
Cuando uno cruza las fronteras, se encuentra con la misma
cultura, la misma comida, el mismo vestuario, la misma música, los mismos
negocios, hay compadres y comadres por todos lados y finalmente nos damos
cuenta de que somos uno.
No solo es una muestra de confianza y de buena fe, sino de
absoluto pragmatismo, ya que respeta los tejidos sociales y económicos que se
han creado por generaciones y que de manera evidente beneficia a las partes.
Aquí no hay posibilidades de enredos ni de chanchullos. Lo
que hay es una muestra de civilidad.
Tal como hicieron hace ya varios años algunos países del
sur del continente, estos supieron unirse alrededor de la gran represa de
Iguazú para saldar problemas limítrofes y generar recursos económicos a
distribuir entre los firmantes.
El presidente Chávez propuso la construcción de un
ferrocarril, un oleoducto y un gasoducto que comunicara el territorio
venezolano con un nuevo puerto colombiano en el Pacífico que facilitara sus
exportaciones al continente asiático. Es hora de desengavetar esta iniciativa.
De igual manera es claro que con respecto al Golfo de
Coquivacoa hay una porción de territorio marítimo que es completamente nuestra
y que por su parte, en el Golfo de Maracaibo para los venezolanos, hay una
porción de territorio marítimo que es completamente venezolana, y que hay una
intersección de territorio marítimo que debemos compartir.
Nosotros tenemos lo que Venezuela no tiene y Venezuela
tiene lo que nosotros no tenemos. Este argumento debería ser suficiente para arraigar
y consolidar las relaciones binacionales.
Ojalá de nuevo, no nos quede grande la grandeza.