Por José Leonardo Rincón, S. J.*
En
los Ejercicios Espirituales, San Ignacio, plantea una conveniente estrategia
para frenar en seco la posibilidad que tenemos de obrar mal a sabiendas que así
lo estamos haciendo: el “ágere contra”. Si el objetivo del itinerario que
propone es “ordenar la vida”, de lo que se trata es de liberarse de los afectos
equívocos que uno tiene y para eso “hacer lo totalmente contrario” es realmente
eficaz.
Dejo
de hablar en parábolas y voy al grano: de lo que se trata es de dejar de atizar
el fuego y darnos la oportunidad de construir, en cambio de radicalizar las
divisiones que en este país han alimentado el conflicto y las confrontaciones
en todos sus matices.
Más
claro todavía. Pasada la campaña electoral, conocida la voluntad popular y
elegido ya el presidente, deberíamos mirar hacia adelante, con prospectiva de
futuro, con proactividad y con ganas de que las cosas mejoren para todos. De lo
que se trata, repito, es de construir, de cambiar para mejorar, de echar
pa’lante y de que las cosas evolucionen bien para el país y su gente.
Yo
no sé ustedes, pero yo “estoy mamado” de la polarización política y de que se
perpetúen los odios, las retaliaciones, los conflictos eternos entre el pueblo
raso que es capaz de matarse hasta el desangre total, en tanto la clase
política, con sus camaleónicas virtudes, mueve los hilos a discreción y a su
antojo, se mimetiza y se acomoda para su propio beneficio.
Hay
gente patológicamente enferma. Así sea de día, afirman que es de noche. Se
resisten a aceptar las verdades evidentes llevados de sus tercos pareceres y
radical contumacia. Cargados de rencores, envenenados en sus almas, no pueden
reconocer nada nuevo y bueno en quienes han sido sus tradicionales enemigos. Anhelan
la violencia, desde la verbal hasta la de las armas, porque les resulta ser un productivo
y hasta lucrativo negocio. Son ciegos, sordos y mudos y quieren conducir este
país al abismo del caos, la radicalización del conflicto y la destruccion, paradójicamente
usando un discurso de preservar la institucionalidad, garantizar la libertad y
el orden y dizque buscar el bien común.
Cuando
el ambiente ha sido de zozobra, cuando la ansiedad y la incertidumbre han
reinado, cuando muchos quisieran salir corriendo, huyendo de esta crítica
situación y de un contexto realmente complejo, el “ágere contra” precisamente
es hacer lo contrario, esto es, darnos el beneficio de la duda, dar la
oportunidad al contrario de demostrarnos que puede hacer las cosas bien, sembrar
esperanza, apostarle a la vida, calmar la angustia y el estrés, apostar por un
mejor mañana, ayudar a construir, quedarse para colaborar y empujar hacia un
futuro promisorio y ser capaces de dialogar y reconciliarnos. Lo que he visto
en estos días me da pie a pensar que sí es posible, que las mezquindades
personales pueden superarse en aras del bien general, que es hora de darnos
nuevas oportunidades, que el país no aguanta más inequidad y miseria, que es
hora de que las cosas sean distintas.
Los
enemigos de la paz y la reconciliación critican a un Uribe dialogante y
sensato, a un Hernández que renunció a incendiar los ánimos, a un Petro que
escoge gente cualificada como ministros. El “ágere contra” es pasar la página y
escribir una nueva historia. Es decisión nuestra inaplazable si de veras no
queremos más desgracias de las que ya hemos tenido. Por lo menos yo le apuesto
a eso.
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