martes, 21 de junio de 2022

Monseñor y sus hogares de acogida

Andrés de Bedout Jaramillo
Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Nunca pensé contar con el honor de pertenecer a la junta directiva de algunos de los hogares de acogida de Monseñor Santa María; me candidatizaron, el arzobispo, previo análisis de las hojas de vida, me nombró y yo estoy feliz de encontrarme aprendiendo dentro del equipo que carga con tan inmensa responsabilidad. Cuando uno le pregunta a María Cristina, la directora, cuál es la necesidad más sentida, su respuesta, es: comida; ahí se queda uno paralizado, es que son más de 4.000 servicios diarios.

Son miles de niñas y jóvenes, que por diferentes circunstancias de la vida requieren calor de hogar, techo, comida, vestido, cariño, educación y dirección, que sus padres no les pueden dar por diferentes circunstancias, razón por la cual, sociedad y Estado deben actuar rápidamente, asumiendo con responsabilidad, dedicación y continuidad sus obligaciones, frente a estos niños y jóvenes, futuro de nuestro país.

Monseñor, con un equipo de lujo y con la contribución económica de pobres y ricos, con el trabajo del voluntariado, desde hace muchísimos años, se hace cargo de más de 1.200 personas en un todo y por todo.

No podría olvidar el hogar de acogida para los enfermos pobres que vienen a tratamiento e intervenciones en Medellín desde otros departamentos de Colombia, de los que también se hace cargo Monseñor con sus benefactores colaboradores y su equipo de empleados y voluntarios.

Qué bueno sería que el Estado y los municipios pongan a funcionar en forma eficiente y responsable los programas asistenciales de alimentación para las personas más urgidas, ayudando a las miles de fundaciones que vienen trabajando sin descanso por los más necesitados, con la ayuda de los empresarios del común, de los particulares que generosamente aportan a estas instituciones, que gracias a Dios permiten la manutención y la formación de miles de niños y jóvenes sin oportunidades, que los queremos como hermanos en Cristo, para integrar nuestra sociedad de colombianos de bien, que puedan cumplir sus propios sueños y los de sus familias.

Gracias a Monseñor y a su equipo por generar oportunidades y esperanza, por generar empleo, por generar voluntariado, por satisfacer las necesidades de los más necesitados; gracias a nuestra Iglesia Católica, integrada por humanos común y corrientes, con cualidades y defectos como todos, convencidos de la necesidad de mejorar siempre nuestros comportamientos, como nos lo enseña la Santa Biblia, de la que tenemos mucho que aprender y practicar, gracias a los benefactores actuales y futuros, se requieren muchos más benefactores para la sostenibilidad y crecimiento de los hogares de acogida.

Los bancos de alimentos de nuestra Iglesia Católica son ejemplo y requieren la activa participación y ayuda de nosotros los católicos.

La historia de Monseñor Santa María y de los hogares de acogida, debe ser escrita, es ejemplo para todos.

De nuestro buen comportamiento, de la capacidad de unirnos en torno a la satisfacción de las necesidades más sentidas de nuestra sociedad y de la austeridad en el gasto exagerado de nuestros gobernantes en las tres ramas del poder público y de los organismos de vigilancia y control, aplicando siempre el interés general sobre el interés particular, depende en muy buena parte el futuro de nuestro país.