Por Pedro Juan González Carvajal*
Una de las principales herramientas que nos
ofrece el ejercicio de la planeación, fuera de la tradicional y desgastada
DOFA, es la llamada construcción de escenarios, donde finalmente lo único que
se hace es responder a la pregunta: ¿Qué pasa sí?
En un país donde para las elecciones
presidenciales de 1950 fue asesinado el candidato Jorge Eliécer Gaitán, y para
las elecciones de 1990 fueron asesinados los candidatos Luis Carlos Galán,
Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, nada nos puede extrañar y lo único que
queda es confiar en que esas épocas de bárbaras naciones no se repitan y que
nos comportemos y respondamos con hechos de paz y de civilización.
En un período electoral signado por la
irresponsabilidad e incompetencia del Registrador Nacional del Estado Civil,
quien no renuncia a pesar de haber reconocido que se le embolataron 1 millón de
votos en las elecciones legislativas del pasado 13 de marzo, donde la Procuraduría
no se pronuncia, donde el ejecutivo se hace el de la vista gorda y donde las “fuerzas
vivas del país” pareciera que estuvieran muertas, es impensable imaginar que
somos capaces de hacer repetir las pasadas elecciones, lo cual, por ingenuo que
parezca, debería ser así. Por lo tanto, hemos dejado abierta puerta para que
quienes resulten perdedores en la primera o en la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales, tengan todas las posibilidades, todos los argumentos
(y hasta la razón y el derecho) de
considerar que el resultado será fraudulento, lo cual tendrá un costo enorme
para esta pobre democracia colombiana, ya que quien resulte electo, quien quiera
que sea, mantendrá una sombra de duda
sobre la transparencia de los resultados y asumirá el costo de la no
legitimidad.
Se añade a esto la incapacidad o la falta de
voluntad de la dirigencia de la clase política para evitar la enorme
polarización que hoy sufre el país y que es azuzada hoy desde casi todos los
sectores sociales, políticos y económicos del país, agravada por la utilización
irresponsable de las redes sociales.
Otra situación que enrarece el ambiente es la
bajeza con la que se ha atacado desde distintos frentes a algunos candidatos,
lo cual puede generar resentimientos y por qué no, espíritu de revancha.
Para el presente análisis parto de la hipótesis
de que Gutiérrez y Petro pasan a la segunda vuelta.
Escenario 1: gana Petro
Sub escenario 1: En este sub escenario,
el candidato Gutiérrez no reconocerá la victoria de Petro, lo cual generará
tensiones inmediatas en el Congreso y en las relaciones con el “establecimiento”.
Las reacciones de inversionistas y empresarios
mostrarán inicialmente síntomas de temor y desconfianza.
Algún sector militar se podrá sentir tentado a realizar
alguna escaramuza que pretenda impedir la posesión del ganador.
A Petro le corresponderá buscar negociaciones
con el Congreso para alcanzar las mayorías que requiere para sacar adelante sus
principales propuestas de gobierno, abriendo de nuevo el paso al uso de la mal
llamada eufemísticamente “mermelada”, sabiendo que finalmente a eso se le
denomina corrupción.
Sub escenario 2: Gutiérrez, en un acto
de altura democrática aceptará el resultado, lo cual facilitará la transición
de poder y generará algunas condiciones propicias en la búsqueda de la pretendida
gobernabilidad.
Los empresarios e inversionistas estarán a la
expectativa de las medidas que empiece a tomar el nuevo gobierno.
Existirán sectores militares con alto nivel de
inconformismo.
Se abrirán condiciones para establecer
coaliciones en el Congreso, lo cual nos llevará de todos modos al tema de “la
mermelada, la mantequilla, o cualquier untura” con la que queramos disfrazar la
corruptela.
Escenario 2: gana Gutiérrez
Obviamente Petro no reconocerá el resultado y
es muy posible que se inicien una serie de movilizaciones de rechazo que
entorpecerán las actividades cotidianas en el país, lo cual generará zozobra,
incertidumbre, miedo y desconfianza.
Al gobierno saliente le corresponderá
enfrentarlas en primera instancia, a través del uso de la fuerza, lo cual
generará un gran desgaste y un mal ambiente para el día de la posesión.
Muchas voces pedirán la intervención de las fuerzas
armadas y es posible que veamos interrumpida nuestra democracia.
Una vez posesionado, a Gutiérrez le corresponderá
enfrentar una estrategia sistemática que busca no dejarlo gobernar, ante lo
cual deberá tener listos planes de contingencia A, B y C.
Como vemos, el panorama no es muy halagüeño.
Habrá que esperar a que en este tiempo faltante de campaña se calmen los
espíritus, abunden las propuestas por parte de los candidatos, los medios de
comunicación actúen con altura y con prudencia y que todos los colombianos
entendamos que lo que está es juego es la estabilidad democrática del país.
Nota: es importante tener en cuenta la posible
reacción de países como Nicaragua y Venezuela, con quienes hoy tenemos encontrones,
y que nos podrían distraer, afectando nuestra soberanía y como dice el dicho,
aprovechen para pescar en río revuelto.
Obvio que Norteamérica estará atento, si no es
que para ese momento la situación de la guerra entre Rusia y Ucrania no le ha
colmado toda su atención.
¡Amanecerá y veremos!