Por Pedro Juan González Carvajal*
Como ya se mencionó en un artículo anterior, por obra y
gracia de una carta de la FAO, Colombia superó sus problemas alimentarios,
entonces, nuestros gobernantes ya no tienen que preocuparse por darles pan a
los ciudadanos y pueden dedicar todo su esfuerzo a darles ¡circo!
En las últimas semanas el repertorio de los ridículos ha
sido increíble.
Nuestra vicepresidente y canciller, Martha Lucía Ramírez,
tuvo una actuación histórica al enfrentar al embajador de Rusia y hacerle
airados reclamos por el apoyo que ese país brinda a Venezuela y le hizo una
serie de exigencias frente a las cuales al enviado de Putin le quedó claro que
el enemigo no es Estados Unidos, es Colombia. Si la canciller hubiera exigido a
Rusia desistir de cualquier intento de invasión a Ucrania, seguro que Putin,
temeroso, ya hubiera ordenado la retirada y los tanques volverían a Moscú con
el cañón entre las llantas.
De nuevo se demostró que la infalibilidad del Papa es
relativa y solo opera si actúa conforme a la conveniencia de alguna persona o
grupo. De lo contrario aparecen personas más papistas que el Papa, como acaba
de ocurrir con la visita de un candidato presidencial al Vaticano y su
entrevista con Francisco. Por supuesto, si el visitante fuera un
correligionario, se estaría alabando al Papa por su interés en el futuro
político de nuestro país.
A finales del año anterior se presentó una situación
vergonzosa y ridícula en el último partido que definía el ascenso a la primera
división del fútbol colombiano, entre Llaneros y Unión Magdalena, con un
notorio favorecimiento del primer equipo al Magdalena pues, literalmente, se
dejaron hacer dos goles con los que ascendió el equipo de Santa Marta.
Escándalo mundial, pronunciamiento enérgico del presidente de la República,
orden directa al ministro del Deporte para llegar a las últimas consecuencias
y, como siempre, y, por supuesto, no pasó nada. Ahí está Unión Magdalena en la
A y ya el presidente ni se acordará de las órdenes que impartió.
La exprecandidata presidencial María Fernanda Cabal, en una
conversación que fue grabada (no sobra reprochar este tipo de grabaciones)
calificó al presidente Duque de “mamerto y güevón”. Hoy, muchos colombianos se
sienten indignados pues no toleran que a su presidente se le califique como…
mamerto.
De nuevo el presidente. Hace pocos días se hizo la
presentación de una nueva normativa anticorrupción y con el tono enérgico con
el que resalta sus importantes apreciaciones, sentenció: “ahora sí les llegó
el tatequieto a los corruptos”. Por
Dios, creo que la señora Cabal tiene razón, solo un… mamerto diría eso, en un
país en el que la corrupción nada tiene que ver con la cantidad de normas
inútiles que se han expedido para combatirla. Mientras en la misma Casa de
Nariño estallen casos de corrupción, se pueden expedir mil normas y no pasará
nada.
Capítulo aparte merecería la actual campaña presidencial,
pero, por ahora, bajemos la carpa y dejemos ese tema para otra función.