Por José Leonardo Rincón,S. J.*
“De
grano en grano llena la gallina el buche”,
afirma la sabiduría popular. “Los millones se cuidan solos, hay que echarles
ojo a los centavos”, sentencia la experiencia administrativa. Pues la
primera inquietud que hoy quiero compartirles a este propósito es ¿Cuántos
millones extras y no necesariamente declarados ganan mensualmente las entidades
con facturaciones que no van redondeadas? Me explico. Le llega a uno una cuenta
de servicios públicos por $47.730 o en el supermercado la cuenta total sale por $85.167 y uno se pregunta ¿para qué diablos realizan este tipo de cobros si de
antemano se sabe que no hay moneda fraccionaria para la devolución exacta, cuando
la de más baja denominación son 50 pesos? Pues me propuse hacer cálculos
alegres y me encontré con sumas nada despreciables. En el primer hipotético
caso, tendrían que devolverme 20 pesos, pero no lo hacen. En el segundo, 33
pesos, pero no lo hacen. Redondean por encima y ellos se apropian de esos pesos
de la diferencia. Alguno diría: no valen
la pena. Y yo respondería: en un caso aislado no, pero en un millón de facturas
son 20 o 33 millones libres que entran sin esfuerzo alguno en las arcas
empresariales. Ahora bien, multipliquen esto por 12 meses y la suma se infla a
la bicoca de 240 o 396 millones. La realidad es que las cifras son mucho más altas
y como dijimos, de grano en grano las gallinitas llenan sus buches sin mayor esfuerzo.
Las grandes cifras millonarias las vigila celosamente la DIAN y ¿estás?
La
segunda inquietud tiene que ver con los impuestos que nos cobra el Estado a
través de las diferentes fuentes que les generan sus ingresos. Las famosas
reformas tributarias buscan acopiar billonarios recursos, pues la plata no
alcanza para tantas cosas buenas que se piensan hacer. Recientemente se ha
extendido una práctica, a mi modo de ver perversa, que consiste en decirle a
uno: usted como empresario no pagó la seguridad social de fulano en los meses
de marzo y abril de 1984. O usted no pagó el impuesto predíal del año 2003. O no
pagó el servicio de agua en septiembre de 1997. Y resulta que nadie guarda
recibos y menos si son tan viejos, entonces se quedan sin el soporte o
evidencia de que sí lo pagaron. El resultado es que la injusta multa aplicada
ante supuesta deuda se traduce en una cifra inflada con la retroactividad, más
los intereses por mora.
Mi
inquietud es que en estos casos puntuales en los que están estas millonadas de
por medio, cómo hacer para que estos millones, en su gran mayoría no se pierdan
por la extendida practica corrupta. Cuánto quisiera ver uno obras de
infraestructura, superación de la pobreza absoluta, cuidado de los bienes
públicos, pero no. No se ven. Se esfuman. ¿Hasta cuándo seguirán dándose estas
prácticas que injustamente afectan los bolsillos de los colombianos, favoreciendo
en contraste el bolsillo de los poderosos quienes son los que captan esos
recursos?
Al
final, descubrí que los bancos, en el caso de los pagos que se hacen a través
suyo, son los que se quedan con esas “pequeñas” diferencias, así,
silenciosamente, sin mucha alharaca, dándole al que tiene, en detrimento del
que no tiene. O a lo mejor las declaran como “donaciones” para sus fundaciones
filantrópicas con las que obtendrán beneficios tributarios. Porque en las
grandes superficies le preguntan a uno: ¿quiere donarlo a la fundación tal? Uno
dice que no, pero tampoco le devuelven el dinero fraccionario. Igual, se quedan
con nuestros pesos. ¡Otra de las tantas injusticias que padecemos!