Por José Leonardo Rincón, S. J.*
El
artículo llamado “Al meollo del asunto” que resultó exitosamente viral
sin habérmelo propuesto, sigue poniéndome en contacto con gente de muy diversas
latitudes geográficas y condiciones humanas. Que desde varios países de América,
Europa, África, la mismísima ONU o por estos lares, desde los Llanos y la
Amazonia, el norte y sur del país andino, lo ponderen y valoren, no ha dejado
de sorprenderme.
Ahora,
prestantes políticos, algunos activos y otros retirados, con las banderas de
quienes están hartos de polarizaciones entre los mismos con las mismas, se han
puesto en contacto para invitarme a animar un movimiento de renovación política
que le diga basta ya a la politiquería tradicional que nos tiene sumidos en
este caos y que, con gente de todas las edades, profesiones, credos y estratos
sociales cambiemos este ajedrez y transformemos a Colombia.
Es
una dulce pero peligrosa tentación. La política siempre me ha gustado, no tengo
porqué negarlo, convencido como soy de que todos los seres humanos somos
políticos por naturaleza, así no nos gusten los colores partidistas y sus
estrategias mañosas para gobernar y “repartirse la marrana” como coloquialmente
afirmamos. Por mis trabajos apostólicos he tenido que encontrarme muchas veces
con personajes tan diversos como interesantes: Lleras Restrepo, Belisario
Betancur y Álvaro Uribe, para citar solo expresidentes, pero también gobernadores
y alcaldes, como Antonio Navarro y Sergio Fajardo, por ejemplo, o congresistas
y ministros. La cosa política me gusta y creo ser bastante crítico de esa
“arena” circense a la que saltan muchos para luchar honesta e incansablemente, algunos
otros para ser devorados por fieras hambrientas, y no pocos, para lucrarse
mezquinamente a costa de un pueblo apático de la participación política y
bastante ingenuo a la hora de tomar posturas propias. No pocas veces, con toda
asertividad le he dicho a más de uno lo que realmente pienso a sabiendas de que
puede gustarles o no. Eso que llaman lo políticamente correcto me produce
náuseas. No importa. Me he sentido profundamente libre para pensar con
conciencia crítica, ser auténtico y evitar mimetizarme camaleónicamente según
las conveniencias. Eso me ha granjeado muchos amigos pero también enemigos.
Me
han dicho, pues, que el actual momento de este país no da espera y que lo
piense muy bien porque hay que buscar responder a las causas más grandes y
nobles y no quedarme en mi mundillo clerical. Me sonó muy ignaciano eso del
“más”, pero también me hizo recordar las tantísimas tentaciones que tuvo Jesus de
Nazaret. Pareciera sentirme felizmente en Domingo de Ramos pero oteo en el
horizonte la tragedia del Viernes Santo con crucifixión y sepultura incluidas. Muy
interesante, muy atractivo, muy pertinente si se quiere, pero no. El galileo se
escabulló de quienes querían hacerlo rey y sabemos que quienes a lo largo de la
historia sucumbieron a la tentación no tuvieron finales rosa. Los curas no
somos para eso. Por eso somos curas. Claro que tenemos que ser políticamente activos
sin endosar nuestra libertad de conciencia a ningún movimiento en particular. Si
quieren les ayudo como asesor o consejero, como formador integral de jóvenes
líderes, o en las lides educativas que han sido las mías durante 35 años. Eso
sí.
A
estas alturas de la vida, “el palo no está pa cucharas”. Creo que como cura
puedo y debo hacer mucho más en el servicio a la Iglesia y a mi patria. Además,
ya lo hemos visto, no basta la buena voluntad, ser decente y buena persona. Hay
que estar preparado en temas muy diversos y saberse rodear de los mejores. Es
más, la experiencia en el servicio de lo público, si bien es compleja y tiene
muchos vericuetos es absolutamente necesaria para una buena gestión pues
siempre habrá quien quiera buscarte el pierde. Llaneros solitarios sin respaldo
han terminado cooptados por sus críticos y detractores, cuando no se han frustrado
traumáticamente y achicharrado para siempre. Me siento realizado en mi vocación
y creo que lo mejor por ahora es quedarse quieto en primera, o ustedes, ¿qué
opinan?