viernes, 18 de junio de 2021

Rol político del educador

José Leonardo Rincón Contreras

José Leonardo Rincón, S. J.*

La reciente salida en falso del presidente del sindicato profesoral, cuando en entrevista radial dice que su actuar en el Comité Nacional del Paro tenía claras intenciones electorales de cara a los comicios de 2022, me obliga como educador, que lo he sido por más de 35 años, a compartir con ustedes lo que pienso al respecto.

Quienes afirmamos como válida la formación integral en el currículo, sabemos muy bien que la dimensión sociopolítica es tan importante como las otras dimensiones: ética, afectiva, cognitiva, estética, comunicativa, espiritual y corporal, y que una educación humanista y holística no puede prescindir de ninguna de ellas so pena de correr el riesgo de mutilar facetas imprescindibles. La clave está en el balanceo de todas ellas, todas son importantes, todas necesarias. Error craso sería exacerbar una de ellas en detrimento de las otras.

La educación es un acto político estratégico, de ahí que los regímenes de toda ralea, cuando asumen el poder, se apresuran a tratar de controlarla y manipularla en aras de sus particulares intereses. Y es un acto político en la medida en que forma las nuevas generaciones de ciudadanos bien para adoctrinarlas haciéndolas clones sumisos frente a un statu-quo, bien para formarlas libres, responsables, autónomas, con pensamiento auténtico y crítico, esto es, personas.

En el acto educativo, entonces, el centro del proceso es la persona del estudiante. Todos los demás actores, llámense directivas, profesores, administrativos, padres de familia, exalumnos, son “satélites” que gravitan a su alrededor. Me parece que el señor de quien hablamos y la entidad que representa desde hace muchos años tienen trastocado el eje pues quieren colocar en los profesores un protagonismo que no les corresponde. Entiéndase bien lo que digo, por favor, para que no me excomulguen del gremio sin que haya acabado de explicarme: una cosa es la necesidad de hacer valer nuestra dignidad como educadores, velar porque se nos respeten nuestros derechos, garantizar el reconocimiento que tan noble vocación merece, actitudes elementalmente justas, y otra, es olvidar a los estudiantes anteponiendo nuestros razonables intereses sobre el derecho que también ellos tienen a recibir una educación oportuna y de calidad.

Si a la pandemia que per se ha sido desastrosa por sus devastadores efectos sanitarios, físicos y emocionales en todos, sin mencionar los económicos, se suma no querer trabajar en la escuela porque hay una reforma tributaria en curso, porque hay una reforma en la salud, porque se plantea una reforma en el sistema pensional, porque no nos han vacunado contra el covid-19, porque no se han garantizado las condiciones de bioseguridad, porque vamos a hacer paro tras paro y siempre hay algún pretexto para parar, oye ¿cuándo, pues, vamos a educar a estos niños y jóvenes? Sí, esos mismos que han sido protagonistas en estos días porque los han convertido en carne de cañón, que dicen no perder nada porque nunca han sido ni tenido nada, generación no futuro y sin esperanza. Que los gobiernos indolentes de turno tengan su responsabilidad, nadie lo discute, y ¿cuál es la cuota que debemos asumir los educadores en esta debacle? Qué es mejor: ¿dejar abandonados a estos estudiantes sin hogar y sin escuela por andar en protestas y marchas, o ejercer el más revolucionario de todos los actos que es precisamente educarlos para que sean los transformadores de este caos estructural en el que nos encontramos? Ese es el verdadero rol político del educador, no estar buscando politiqueramente una curul en el Congreso, sumiso a un determinado partido político. Hablémonos honestamente y pongamos las cosas en su sitio. Si quiere hacer política callejera, hágala, está en su derecho, pero no la haga parando un gremio que ya debería estar trabajando, no a costa de una generación entera de colombianos.