viernes, 21 de mayo de 2021

Días mejores

Por José Leonardo Rincón, S. J.*

A la característica incertidumbre que ha generado esta pandemia interminable con todas sus secuelas, más que conocidas, padecidas, entre las que sobresale la recesión económica y su consabida cadena de males, se ha sumado por ya casi un mes el paro nacional que no es otra cosa sino la expresión de una represión acumulada por décadas que ya no aguantó más y puso en evidencia la crisis estructural que veníamos maquillando y tratando con pañitos de agua tibia. Y como si fuera poco nos bajan la buena calificación de inversión que teníamos y hasta nos quitan la copa América. Mejor dicho, lo único que nos falta es un terremoto para quedar completicos. Tras de cotudos, con paperas.

Tan infelices situaciones, sin embargo, trato de mirarlas con una lente distinta: no la del de la vista gorda que sabe lo que está pasando y se hace el marciano; ni la del aséptico que desde su cómoda poltrona quiere posar de neutral, por no decir indiferente; tampoco la del oportunista que quiere sacarle capital político al río revuelto; ni la del extremista que en su bipolaridad no ve sino blanco o negro; ni la del vándalo que utiliza la pacífica manifestación popular para infiltrarse, agitar el caos, la anarquía, la destrucción, la violencia y la muerte. No. Después de la tempestad viene la calma, después de la noche oscura viene la mañana soleada. Y avizoro mejores días para todos, porque las crisis son oportunidades si realmente se saben afrontar como debe ser.

Lo mejor que ha pasado es sentarse a dialogar. Los mediadores resaltan el ánimo de las partes. No podría ser de otra manera si es que pensamos en grande, si nos pensamos como país. Desgracia sería hacer de estas mesas análogas batallas campales para ver quién gana el pulso, quién es el más fuerte. Solo dialogando, esto es, exponiendo razones y argumentos es como nos entendemos. Por ejemplo, estamos felices porque tumbaron las reformas, tributaria y de la salud, pero al dialogar nos estamos dando cuenta de que es necesario hacerlas, sí, quizás no así como se planteaban, pero hay que hacer ajustes.

Me parece que la mesa nacional de diálogo debe ampliarse luego, en por lo menos otras 10 mesas con temas específicos, al frente de las cuales debe haber representantes de las tres ramas del poder público, líderes gremiales y empresariales, representantes de la academia, líderes sindicales y populares, jóvenes estudiantes, como quien dice, voceros de un país que quiere recrearse, reconstruirse, siendo todos actores propositivos de ese mejor país que también queremos todos. Deben contar con una juiciosa metodología que desemboque en resultados productivos y muy realistas. No se pueden producir acuerdos para echarle un baldado de agua al fuego, cuando en realidad hay un incendio de tamañas proporciones. Farsante sería prometer puentes donde no hay ríos, esto es, mentirse de entrada, otra vez, para aumentar la represa que luego se desborde. Por eso he hablado de ceder y conceder, nunca retroceder. Hay que jugársela toda con honestidad y crudo realismo. Estamos en Macondo, no en Suiza.

Hemos visto que las masivas protestas, acompañadas de expresiones artísticas y culturales se pueden hacer pacíficamente y son realmente contundentes. Y también hemos visto la tragedia del vandalismo, el saqueo y la violencia qué es y lo que producen: más represión y más muertes. Los bloqueos indefinidos nos están acabando y en ambos casos todos resultamos perdedores y peor que antes. Si por un minuto se cayera en cuenta de que las partes enfrentadas son todas del mismo pueblo, que es el que siempre pone los muertos y padece las quiebras económicas, se dejaría de ser idiotas útiles de los extremos polarizantes que se solazan viendo cómo nos acabamos mientras ellos y sus familias en el extranjero tienen todas las comodidades. ¡Basta de ingenuidades!

“No hay mal que por bien no venga”, reza sabiamente el adagio popular. Dije, sabiamente, inteligentemente, sensatamente. Porque si no se asume así, las cosas pueden tornarse peores y eso solo les conviene a los gatos que quieren radicalizar el conflicto para quedarse con el queso y todos los ratones. ¡Pilas!