martes, 9 de marzo de 2021

De cara al porvenir: sí pero no

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Existe una figura literaria que es preciosa sobre todo para el desarrollo de la poesía. Se llama oxímoron y consiste en escribir dos palabras con significados opuestos en una sola expresión.

La “graciosa torpeza” de los recién nacidos, el “sol negro” de la injusticia, la “luminosa oscuridad” de las opiniones estúpidas, la “alegría triste” de un logro casi alcanzado, el “fuego helado” del clima frío que quema las cosechas o de las pasiones desechas, la “luz oscura” de los retardatarios y retrógradas, la “vista ciega” de la justicia que no se aplica, el “vuelo rastrero” de quienes no ven más allá de sus narices, el “débil mármol” de las instituciones  poco representativas, el “instante eterno” que antecede a una noticia, son, entre muchos, ejemplos de esta figura gramatical.

En un país como el nuestro donde la contradicción es un estado permanente y considerada natural, esta figura la hemos empleado de manera empírica e intuitiva desde épocas inmemoriales. Ante la imposibilidad y la falta de voluntad por alcanzar la paz, pues vivimos en un estado permanente de “tensa calma”. Ante la falta de claridad en las posturas que demuestran nuestros mal llamados líderes, pues reconocemos una “luz oscura”. Y cuando nos quieren meter la mano a la boca y se ha tomado una decisión nociva y que afecta los intereses de todos, pues hablamos de figuras como el “fracking responsable”. Es como si adquiriéramos armas mortales marca Hello Kitty, y consideráramos que su impacto es benigno por tener un nombre asociado a productos para niños.

Pero eso también ocurre en el plano de las ideas. Las ideas de un país subdesarrollado como el nuestro son pequeñas en la mayoría de los casos, pero las consideramos como “grandes ideas”. Cuando nos referimos a un hombre corrupto y cacique político a su vez, lo denominamos como a un “gran hombre”. Cuando hablamos de gobiernos que restringen la libertad en todos los órdenes, no dudamos en llamarlo como un “gobierno democrático”. Al gobernante autoritario lo denominamos como “amigo de todos” y a las masas mal educadas las asociamos con que “los buenos somos más”.

Ni qué decir cuando los gobiernos de turno quieren defender posturas indefensables. La aspersión aérea con glifosato es un peligro para la salud pública, tanto que la mayoría de los países desarrollados impiden y prohíben la venta y utilización de este químico, independientemente las buenas causas ‒inútiles y fracasadas causas‒ argumentadas para acabar con los cultivos ilícitos.

Pretendido ejercicio de la soberanía con posturas genuflexas, meternos en asuntos de otros países para distraer la atención sin concentrarnos y reconocer que tenemos grandes problemas internos por resolver, luchas “implacables contra la corrupción”, mientras esta crece cada día, son algunos de los casos cotidianos que nos toca observar y padecer en Locombia.

Posturas firmes y grandilocuentes de los gobiernos que uno sabe que cuando dicen que algo se va a hacer es porque no se va a hacer. Recordemos el impuesto temporal del 2 por 1.000 que ya va en el 4 por 1.000 y que ya cumplió 20 años de haberse convertido en impuesto permanente.

Que en Colombia “la ley se respeta, pero no se cumple”, es uno de los corolarios que definen nuestra precaria ciudadanía y que nos invita a repensarnos de un todo y por todo.

Ser tolerantes con lo nuestro, pero no con lo de los otros, exigir privilegios a costa de los otros, no entender lo que significan la sindéresis y la consecuencia, son algunos de los mayores lastres con los que cargamos como pretendida sociedad.

Todo lo anterior lleva a una gran conclusión: este grupo de humanos que somos los colombianos y que pretendemos mirarnos como sociedad, teniendo muy lejanas las posibilidades de mirarnos y reconocernos como sociedad política y menos como nación, con sus actuaciones y sus omisiones, no ha permitido que nazca, crezca y se consolide la confianza, que es el atributo prerrequisito para pretender vivir juntos dignamente y pensar en formas de gobiernos democráticos.

¡Sin confianza no hay nada!

Y para rematar como el poeta, “me encanta la claridad de tus ojos oscuros”.