miércoles, 24 de marzo de 2021

¡Corruptos sí... pero con votos!

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín

Precisamente por ver diariamente las noticas de Deutsche Welle y recibir las Schlagzeilen de Der Spiegel, no pienso que Alemania sea un país modelo, pero sus recientes acontecimientos electorales suscitan algunas reflexiones. El hecho es que los cristiano-demócratas (la Unión de la CDU y la CSU), que casi siempre han gobernado desde 1949, solos o en coaliciones, ha obtenido su peor resultado de los últimos 50 años en las elecciones de tres Länder, de cara a las generales de septiembre. Este fracaso se debe en gran parte al descubrimiento de que dos, quizá tres, diputados de la Unión se han lucrado en contratos sospechosos para el suministro de elementos necesarios en esta emergencia sanitaria.

No ha valido la expulsión de los implicados del partido, para que la percepción de alguna corrupción en sus filas cobre elevada factura. La sensibilidad del electorado alemán frente a la corrupción contrasta con nuestra indiferencia o insensibilidad ante una verdadera pandemia política y social que arruina la democracia y nos tiene al borde del abismo.

Aquí, desde humildes políticos chocoanos hasta encumbrados expresidentes de la república disfrutan de las fortunas económicas o políticas obtenidas gracias a la corrupción, amparados por la solidaridad de sus copartidarios, el silencio de los medios masivos y la inactividad, cuando no, de la colaboración judicial.

Esto sería menos terrible, si no fuera por el hecho de que los corruptos conservan sus votos o los acrecientan, pase lo que pase. Para ninguno de mis amigos lectores es difícil cerrar los ojos y en pocos segundos repasar la lista de dirigentes podridos en alcaldías y cuerpos colegiados, y entre exministros, magistrados y toda suerte de políticos, todos enchufados, reelectos o reelegibles.

Ahora hablemos de Petro: después del valiente reportaje de Vicky Dávila, en vez de terror he notado una sensación de alivio (¡Por fin se destapó del todo este tipo!). Más de uno me ha dicho que es imposible que tamaño irresponsable llegue a la presidencia, así venga creciendo hasta ahora en las encuestas y ocupe en ellas el primer lugar en la carrera hacia la casa de Nariño.

Bueno, el exterrorista, exguerrillero (porque en Colombia se puede ser ex de tales oficios), y el exhombre de las bolsas, sigue disfrutando de impunidad judicial y mediática. Es verdad que ahora se ha quitado la careta y en su arrogante discurso ya no oculta su programa narco-castro-chavista.

Este programa será cada día más atractivo para el 80% del electorado, sumido en la miseria de la pospandemia, que ha agravado las condiciones precarias de la mayoría y ha pospuesto sus esperanzas en el futuro.

Además del Foro de Sao Paulo, las FARC, el ELN, Fecode, narcotráfico, minería ilegal y los medios mamertosos (de los cuales no omito la DW), Petro dispone de mecanismos publicitarios eficaces, especialmente en las redes, pero su gran palanca está en las promesas demagógicas, que les parecen ridículas a las gentes bienpensantes en las altas esferas (y no a todas, porque también hay un amplio grupo socialista-caviar en el estrato 7)

No quiero alargarme, pero tenemos muy cerca la historia de Daniel Quintero (Pinturita), individuo desconocido, que proponiendo apenas rebaja en los servicios domiciliarios ganó la Alcaldía en Medellín, para repetir allí los desastres de Petro en Bogotá y disponer de billones para las elecciones de 2022, al igual de la Claudia…

No nos cansemos de gritar “¡Qué viene el lobo!”, porque sí viene. Ojalá en Colombia no se repita el cuento del feroz animal y los chanchitos, porque en su versión original no existe casita de ladrillo a la última hora y simplemente la fiera sí se come a los tres cerditos, que jugaban, danzaban y cantaban en torno a las docenas de candidotes presidenciales que se disputan el electorado que no tienen.