viernes, 21 de agosto de 2020

Maldita violencia

 

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Al darle el título a este artículo, recordé inmediatamente la vieja cumbia de Gabriel Romero: Oigo el llanto que atraviesa el espacio para llegar a Dios, es el llanto de los niños que sufren, que lloran de terror. Es el llanto de las madres que tiemblan con desesperación. Es el llanto, es el llanto de Dios. ¡Violencia!, ¡maldita violencia!… ¿por qué te empeñas en teñir de sangre la tierra de Dios?, ¿por qué no dejas que en campo nazca nueva floración? ¡Violencia!, ¿por qué no permites que reine la paz, que reine el amor?, que puedan los niños dormir en sus cunas sonriendo de amor…”

Dije vieja cumbia, porque la cantaba de niño, hace medio siglo, cuando ya para entonces llevábamos más de medio siglo de guerras civiles, fratricidas mortandades por causa de los odios políticos partidistas y de una injusticia social que fue el caldo de cultivo para nuevas violencias, las de las guerrillas, que años después, ante su creciente expansión y un vacío de Estado en casi todo el territorio patrio, alentó la justicia por propia mano de grupos paramilitares. Una dramática secuencia en la que unos y otros distorsionaron su causa por culpa del narcotráfico, que los corrompió a ellos y además permeó todas las instituciones, generando un caos enloquecedor de no viabilidad como país. El “país del Sagrado Corazón”, el más católico, fue diagnosticado por Juan Pablo II como “moralmente enfermo”, porque su cáncer ético, lejos de remediarse, se ha venido desmejorando hasta la metástasis, por culpa de la corrupción que ha podrido sus células y ha pervertido el corazón de la gente.

Aquí, excusen lo directo y por la generalización, pocos se salvan. Porque se necesita estar muy dañado en el alma, para no querer la reconciliación y el perdón, para preferir la guerra como negocio lucrativo, así sea, al cantar de Sosa, ese “monstruo grande” que “pisa fuerte la pobre inocencia de la gente”. Se necesita estar muy mal para solo querer muerte y venganza a los que nos han hecho daño. Para preferir volver a la violencia cuando se han hecho acuerdos de paz, para liquidar sistemáticamente los así llamados líderes sociales, para añorar las masacres y los asesinatos colectivos y no descansar hasta que la sangre del que siente y piensa distinto no haya sido derramada, para mirar indiferentes 33 matazones solo en este año y no hacer nada. Este es un país de bárbaros politiqueros de derecha y de izquierda que soliviantan a millones de ignorantes de lo político pues nunca nos enseñaron a pensar críticamente, a no tragar entero, a no comerles cuento. Literalmente, rebuznan unos y otros y la manada alienada y estúpida, corre feliz al despeñadero. Mienten todos. Nos engañan, nos manipulan, juegan con nuestros sentimientos, trastocan nuestros valores. Y nosotros, también llevados de la nariguera cual borregos, aplaudimos sus errores permanentes, cerramos los ojos ante verdades evidentes, negamos la realidad, tapamos con aserrín la caca del gato para que no huela y no se vea, pero ahí está el bollo hediondo y nauseabundo.

Qué tristeza ver que esta pandemia no sirvió para arreglar a nadie. Quizás se necesite algo todavía más fuerte para reaccionar, algo que nos sacuda y despierte de ese apendejamiento en el que estamos. ¡Despierta Colombia!