Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Los reales efectos de la pandemia apenas comenzamos a visualizarlos, pero se verán más plenamente en el mediano y largo plazo. Algunos de ellos serán juzgados como trágicos y desoladores y otros como altamente positivos y alentadores. Como la moneda con sus dos caras, como el yin y el yang, como lo es todo en la vida, con sus más y sus menos, ambivalente, según como se viva y mire.
A nivel sanitario impactará el creciente número de contagiados y muertos por el coronavirus, pero, por lo que se va viendo, no llegará a las dramáticas cifras de la así llamada peste española de hace un siglo. Se dirá entonces que, gracias a los avances de las ciencias de la salud, se pudo prevenir y controlar para que sus efectos no fueran más devastadores. Se habrán acelerado las investigaciones y seguramente en inédito tiempo récord se habrá producido la vacuna. La higiene y la asepsia serán un requisito obvio para la convivencia.
A nivel económico una recesión global que paralizó el mundo varias semanas, que quebró muchas empresas, llevó el desempleo a los dos dígitos, aumentó en decenas de millones el número de pobres y mató más seres humanos que el mismo virus, también habrá mostrado que para estos cíclicos fenómenos la gente se prepara mejor de modo que la recuperación sea más rápida. Frente a las negativas cifras financieras de marzo, sorprenden las positivas de abril y mayo. El desafío es reinventarse, ser creativos, flexibles, y quienes lo están haciendo saldrán adelante exitosamente.
A nivel laboral y educativo las TIC nos obligaron a acelerar el cambio de anclados paradigmas y a familiarizarnos con el digital mundo de la informática y las comunicaciones de última generación. Queda en entredicho la presencialidad en oficinas y centros educativos de todo nivel y la vetusta forma de manejar ciertos asuntos. Sin embargo, tendrá que replantearse el mundo de las relaciones interpersonales y sociales pues el contacto virtual de ningún modo reemplaza en su valor la interacción directa. No todo puede ser desde la casa. Qué hartera y qué impotable rutina que toda la vida discurra allí: el cine, la música, la comida, las compras, todo a domicilio o por suscripción, cuando el verdadero encanto del ser humano está en su socialización.
Los autores de la posmodernidad ya advertían hace décadas que la religión se privatizaría. ¡Qué insulza y perezosa una fe casera, por televisión, con eucaristías en vivo pero por pantalla, solitaria, distante, sin comunidad! Un contrasentido con su misma esencia del “re-ligare”, esto es, relacionarse con Dios, los otros, el entorno, directamente, empáticamente. Si va a ser a distancia, por suscripción o por una aplicación del celular, “apague y vámonos”.
Los efectos de esta pandemia todavía están por verse. No dije nada sobre
los efectos psicológicos, por ejemplo. Sin embargo, ya se sienten. Esta
pandemia nos cambió la vida en cuestión de pocas semanas. No seremos los mismos
de antes. El asunto es si seremos o no mejores seres humanos. ¿Usted qué dice?