martes, 2 de junio de 2020

De cara al porvenir: aprovechar el tiempo

Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Estas épocas de resguardo obligatorio pueden ser empleadas para hacer absolutamente nada, para continuar las actividades laborales, para ponernos al día en algunas acciones personales que por falta de tiempo no hemos podido realizar previamente, como actualizar los archivos de todo tipo, organizar los libros, limpiar los espacios y desocupar el cúmulo de artículos, revistas e información que se van acumulando; reconectarse con viejos amigos y conocidos, escuchar la música que está pendiente, ver las películas y series que por montones se ofrecen, leer los libros que están esperando a ser disfrutados, desarrollar alguna habilidad nueva, hacer algún curso de actualización virtual en alguna herramienta de interés o de un asunto académico o de diversión que nos atraiga; por qué no concluir por fin la escritura de algún artículo, algún texto o algún libro que por falta de tiempo o de organización de nuestras agendas permanece inconcluso; tratar de hacer el menor número de daños posibles al intentar realizar una pequeña reparación hogareña sin causar un incendio, una inundación o una fractura corporal, entre otras variadas actividades que están pendientes, aparecen o se puedan inventar.

Otra cosa es en qué emplean el tiempo las entidades públicas y privadas que, como es normal, están conformadas por humanos como nosotros, que tienen la obligación de respetar la cuarentena estipulada.

Pero como ahora la estrategia que respeto y entiendo, pero no comparto, es ir abriendo gradualmente los distintos sectores económicos, incluidas las obras públicas, qué bueno sería que la administración municipal y las otras entidades públicas, en un acto de previsión y planeación sin precedentes, aprovecharan estos días de poco o menor flujo vehicular y de peatones, para ponerle todo el acelerador a aquellas obras que en plena normalidad, generarían enormes congestiones e interminables e inaguantables tacos, siempre a costo del tiempo y la calidad de vida de los contribuyentes.

¿No sería maravilloso que, dentro de algunos meses, cuando todos los sectores estén abiertos y en teoría podamos salir todos a la calle con las respectivas previsiones de bioseguridad, nos encontremos con que las obras que se adelantan sobre la Avenida Oriental están ya concluidas? ¿No sería un golazo de la municipalidad que al volver a la normalidad ya las obras de Metroplús en la Aguacatala al lado de la Fábrica de Licores sobre la carrera 80, no solo se hubieran reiniciado, sino que además ya se hubieran concluido? ¿Por qué suspender las obras que se realizan sobre la carrera 80 para el Metroplús o el tranvía que se tiene proyectado, y esperar su reanudación cuando las vías estén atosigadas de carros? ¿Por qué no aprovechar y acelerar la construcción del puente de Colombia con la Carrera 80 antes de sufrir el trancón descomunal que generará esta actividad? ¿Por qué no exigir la culminación definitiva de los intercambios cuya construcción parece eterna en la Transversal Inferior? ¿Por qué no pegarle el último empujón a la terminación de la interminable Avenida 34? ¿Será que se logra la culminación de la estación del Metro en el Poblado? Parecería un sueño encontrarnos con que la ampliación de la Vía Distribuidora paralela a la Autopista Sur estuviera terminada y la pudiéramos emplear cuando regresemos a nuestras actividades.

Sería ejemplificante en términos de eficiencia administrativa y respeto con la ciudadanía, el aprovechar este lapsus temporal para repavimentar aquellas vías públicas que lo requieren y que con seguridad lo piensan hacer, pero ocasionando congestiones y molestias al pobre ciudadano, que finalmente siempre será el paganini.

De igual manera, aprovechar este relativo tiempo pausado para intervenir las aceras y los espacios públicos que se tiene previsto. Adicionalmente, aprovechar el buen clima que nos acompaña por estos días para que el trabajo rinda más.

No falta quien diga que es que los recursos no existen, lo cual es falso, pues la mayoría de las obras enunciadas tienen contratos y estaban en plena ejecución (salvo algunas excepciones por problemas jurídicos), antes de iniciarse la cuarentena preventiva.

Sigo esperando que el Metro de Medellín resuelva el enorme problema de la seguridad, que es el argumento esgrimido para no colocarle un techo arquitectónicamente estético, amable y funcional a todas las escaleras y puentes para acceder a las distintas estaciones. Sigo insistiendo que ante la evidencia de que el hombre ya fue a la luna y volvió (lo cual era un problema un poco más complejo), la negativa del Metro para mejorar el servicio a sus usuarios y tratarlo con mayor dignidad en este aspecto, ha sido, para este caso específico, un acto de desidia y desconsideración.

NOTA FINAL: dolor de patria es lo que se siente al evidenciar el desplome definitivo de nuestro aparato de justicia, el cual debe ser refundado si queremos que la vida en Colombia post pandemia, tenga alguna posibilidad de ser vivida con dignidad.