Por Antonio Montoya
H.*
No quiero hablar más
del COVID-19, la cuarentena, el sufrimiento, la esperanza, la forma en que nos
cambio la vida, como nos relacionaremos; todo ello, es parte de un presente
duro, difícil, lleno de sorpresas hacia el futuro inmediato, de la ansiedad de
las personas por el miedo a perder el trabajo y por ende el riesgo de
desestabilizar la familia, su alimentación, educación y la evidente
preocupación de cómo se va a desarrollar su propia vida.
Tampoco deseo hablar
de los políticos, que hoy están desaparecidos del panorama nacional y si salen
a la luz es por algún acto de corrupción en el que están envueltos; siempre
digo lo mismo, no todos, porque hay hombres públicos muy buenos y funcionarios
también.
No deseo todo ese
entramado de chuzadas a periodistas, políticos y militares, por que es la misma
historia de nunca acabar que se repite a diario y nunca pasa nada.
Podría seguir
enunciando temas de los que hoy, 4 de mayo, no quiero mencionar porque
posiblemente no terminaría. Lo que sí deseo es referirme a la historia del 3 de
mayo y la celebración del Día de la Santa Cruz.
Como todo, al final
de cuentas, siempre surgen historias que dan mensajes y que cambian vidas. Eso
le pasó al pagano romano Constantino, antes de ser emperador y ser considerado
el creador de la Iglesia católica, al dar libertad de cultos a su pueblo. Lo
importante que debo señalar es cómo la fe mueve montañas. En esa época, 312
después de Cristo, Constantino, tenía divisiones que no permitían que fuera
considerado Emperador y uno de sus adversarios, Majencio, tenía gran
oportunidad de derrotarlo y dejarlo sin esperanzas. Una noche antes de la
batalla tuvo un sueño en el que vio “una cruz luminosa” que le decía que “con
este signo vencerás”. Hizo colocar en los escudos la cruz y así, con fe,
mística y apoyado en la creencia de su madre Elena, logró el triunfo y gobernó hasta
el final de sus días. También es bueno recordar que, durante el tiempo de su
mandato, se acabaron las persecuciones a los cristianos y fue instituido el
cristianismo como la nueva religión del imperio.
El 3 de mayo recordamos
y celebramos el Día de la Santa Cruz y todo lo que ello significo para la
humanidad, partiendo de la fe de Elena, madre de Constantino. Hoy en días de
cuarentena, de reflexión familiar, de compartir valores, alegrías, angustias e
ilusiones, celebremos el Día de la Santa Cruz, pidiendo y orando por la
humanidad, que esta sufriendo y llevando con dignidad este momento tan difícil
para la vida y la economía. Con fe, pidamos a Dios, nos ilumine, nos de fuerza
y confianza en el futuro.