martes, 3 de marzo de 2020

De cara al porvenir: reflejos


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Cuando se habla de responsabilidad social empresarial, todos, de manera inmediata, tenemos nuestra propia aproximación al concepto.

Cuando se quiere hacer una reforma tributaria, que es a todas luces un tema poco amigable, ya que en Colombia reforma tributaria y subida de impuestos es lo mismo, uno de los argumentos para tratar de vender la idea es que se están proponiendo ciertos ajustes tributarios con el fin de motivar a los empresarios para generar nuevos empleos, lo cual fuera de ser un poco ingenuo, pone en evidencia que se parte de una premisa equivocada. Un empresario serio crea empleos cuando los necesita y cuando la vinculación de nuevas personas garantiza la viabilidad económica, los rendimientos económicos y el cumplimiento de los principios de productividad asociados a eficiencia y eficacia.

Mientras el índice de productividad se mire alrededor de la creación de riqueza, y la medición del Producto Interno Bruto (PIB) todavía siga vigente como parámetro internacional, la cosa no va a cambiar.

Otra alternativa es que determinemos a nivel planetario y local un nuevo indicador que refleje cierto nivel de “eficiencia solidaria”, donde los empresarios todos, se sientan motivados, antes que obligados, a generar unos escenarios de desarrollo económico acompañados de un alto impacto social alrededor de la generación de empleo, pasando por encima muchas veces de la posibilidad real de emplear la automatización, la robotización y los elementos asociados hoy a la inteligencia artificial, lo cual, con solo enunciarlo, genera gran reacción y por qué no gran preocupación.

Hablando de responsabilidad social empresarial, cómo entender que a la fecha Japón esté prohibiendo de manera definitiva el uso de hornos microondas con una medida que obliga a que a finales de 2020 no se podrán usar más en su territorio por la emisión de ondas radioactivas para los humanos. Por su parte Corea del Sur anuncia que dejará de producir estos electrodomésticos en el 2021 y China en el 2023.

¿Cómo así? ¿No se habían dado cuenta los distintos organismos de control sanitario del planeta de esta situación? ¿Tampoco se habían dado cuenta los centros de investigación de las grandes empresas multinacionales y transnacionales que producen estos aparatos de uso doméstico? Ante esta pasmosa realidad, es muy complicado hablar de una verdadera figura de responsabilidad social empresarial y de los manejos y comportamientos empresariales y políticos que dejan muy mal parado el concepto de la ética cuando uno enfrenta estas realidades que nos afectan, impactan y perjudican a todos, pues atentan contra nuestra salud. ¡Qué horror! ¡Qué sinvergüenzada!

Ni qué decir de la industria farmacéutica y productos con efectos colaterales negativos, o productos que son simples placebos o remedios ya encontrados para curar ciertas enfermedades, pero que económica y comercialmente no es oportuno popularizarlos ¿Cuál ética?

Dicen algunos que la noción nueva de inteligencia tiene que ver con la capacidad de no perder la claridad de los conceptos en medio de la creciente incertidumbre y complejidad que nos ofrece la realidad.

De igual manera se dice que una de las características de las nuevas generaciones tiene que ver con la gran sensibilidad y de pronto alguna debilidad de carácter, lo cual obviamente no abarca a todos los individuos.

Las realidades hoy son agobiantes. Es difícil encontrar una noticia positiva. Muertes, accidentes, guerras, epidemias, asesinatos, masacres, injusticias, pobreza extrema, problemas climáticos, entre otros tantos, atiborran el día a día.

Es por esto por lo que adquiere vigencia el ejercicio de aquello que conocimos en el Catecismo como las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, virtudes que deberíamos comprender, entender, acoger, potenciar y aplicar.

Bajo otra perspectiva, esta vez literaria, recordemos al escritor Ricardo Güiraldes cuando en su obra “Don Segundo Sombra” pone en sus labios esta reflexión para Fabio, su interlocutor, para que sepa y pueda enfrentar la dura realidad: “Hay que aprender a endurecer el corazón”.