José Leonardo Rincón, S.
J.*
Hoy celebramos los jesuitas la fiesta de nuestro
fundador y quiero contarles los rasgos que admiro en su personalidad:
De grandes aspiraciones y deseos, en principio movido
por la vanagloria y el honor del mundo, porque no se contentaba con poco, insatisfecho,
adverso a la mediocridad… convierte esos ardientes deseos en propósito de la
Compañía de Jesús: la mayor gloria de Dios, esto es, el magis, el más, como una
senda de mejoramiento continuo, en una dinámica constante del superlativo el
bien más universal, el mayor servicio, siempre más, siempre mejor… de modo que como
dice el apóstol Pablo “cualquier cosa que
hagan, háganlo todo para la gloria de Dios”. Pero simultáneamente es el
hombre del minus, de la modestia, de los grados de humildad, del no aspirar a
títulos y cargos, del no permitir a la Compañía campañas por el poder... El
Jesús que seguimos es pobre, humilde y en cruz.
Desde su dolorosa convalecencia en Loyola se
convierte en pionero de la psicología espiritual con eso que llamará Ejercicios
Espirituales para ordenar la vida, un taller existencial para encontrar el principio
y fundamento de la propia existencia, es decir, el sentido de la misma, ser
feliz, salvar el alma. Para quienes deambulan perdidos y sin norte, aquí está
la brújula.
De la razón, la meditación y los argumentos, lo
es también y sobre todo del corazón, la contemplación y los afectos. Pero ojo,
hay afectos desordenados, engañosos distractores que nos venden felicidades
falsas. Hay que ordenarlos. No es que sean malos, es que no sabemos utilizarlos
tanto-cuanto. La vida hay que vivirla a plenitud cada instante de nuestra vida
(carpe diem) pues: “No el mucho saber
harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente”.
Como dice Plinio el Joven: “Non multa,
sed multum”.
De fe evolucionada y madura, la Trinidad inspira
su carisma. Cristo, Camino, Verdad y Vida, es el centro y referente de nuestra existencia.
Con la taxativa convicción paulina de que nada puede separarnos del amor de
Cristo, Aquel que en todo nos conforta, podremos decir: no somos nosotros
quienes vivimos, es Cristo que vive en nosotros. Hay que ser “alter Christus”. María,
compañera de ese camino, será la intercesora para ponernos con el Hijo.
Cuando muchos afirman, Cristo sí, Iglesia no,
Ignacio ama a la Iglesia como madre, Esposa de Cristo, liderada por el Romano
Pontífice. Es verdad que en aquel tiempo como ahora resulte quizás
decepcionante, es “casta meretrix”… pero la actitud no es de huida, como Lutero
que abandona la barca cuando parece zozobrar, sino realizando el cambio desde
dentro. Será el adalid del movimiento de contra-reforma eclesial.
Es un místico con los pies bien puestos en la
tierra. Es verdad que llora emocionado porque las flores le hablan muy duro,
pero no por ello evade los problemas del mundo que lo conectan con la realidad:
hay atender las urgentes realidades cotidianas y por eso se relaciona con
Papas, reyes y todo tipo de autoridades y personajes, hombres y mujeres de toda
clase y condición.
La espiritualidad que promueve es la del
contemplativo en la acción y en la acción contemplativo, en simultánea, sin
momentos diversos y estancos, sin esquizofrenias. La vida espiritual es
inseparable de la material. Evita esquizofrenias. De discernimiento espiritual para
buscar y hallar a Dios en todas las cosas y en todas las cosas en Él y poner en
práctica la voluntad de Dios en la vida. Tiene claro que el discernimiento no
es para escoger entre el bien y mal, sino entre lo bueno, lo mejor.
Es el hombre del examen,
la revisión y la evaluación permanente. Lo que no se evalúa no mejora. Se podrá dispensar de la oración, pero jamás
del examen. El control de calidad es sistemático y permanente.
Su mentalidad es abierta, muy moderna para el
contexto medieval, rompe paradigmas intocables: el hábito, el rezo del coro, el
sistema capitular, la vida encerrada para santificarse solos. Profundamente
libre y disponible, siempre en movimiento, le resulta inconcebible estancarse, apoltronarse,
instalarse en zonas de confort. Hay que discurrir por el mundo porque el mundo
es nuestra casa y se queda pequeño frente a todas las posibilidades que ofrece
para realizar allí la misión. Visionario de futuro, siempre en búsqueda, siempre en camino, así
mismo se define como el peregrino, siempre en movimiento. De amplia
flexibilidad nos invitará a adaptarnos a los tiempos, los lugares y las personas.
A nivel organizacional concibe la Compañía como
un cuerpo apostólico para la misión, donde la pluralidad y la diversidad son
característicos, pero donde la “unión de los ánimos” impide la fragmentación.
La “cura personalis”, eso que hoy llaman coaching, es la herramienta para
acompañar.
En el “En todo amar y servir”, todo un
condensado de vida. Como diría Tagore: “Dormí
y soñé que la vida era felicidad, desperté y vi que la vida era servicio, serví
y descubrí que en el servicio está la felicidad”. Es un servicio para
todos, sin distingos, estemos donde estemos y trabajemos con quien trabajemos.
Sin embargo, los débiles y los pobres, los excluidos y vulnerables, siempre estarán
en la mira, porque fueron los preferidos del Señor.
Así
las cosas, con ocasión de la fiesta de San Ignacio, les pedimos orar mucho por
nosotros y por nuestras vocaciones. Lo necesitamos. El Papa Francisco, jesuita como
los más de 250 que trabajamos en Colombia o los 19 mil en el mundo, vive
pidiendo: ¡recen por mí! Por supuesto, les prometemos también orar por ustedes
y por los suyos y más en estos tiempos difíciles que afrontamos. Así, en
comunión de oraciones, compartiremos de lo que somos y tenemos y de esta
manera, solidariamente, podremos juntos, cada día, trabajar para lograr el
milagro de transformar este mundo, construyéndolo como un mundo más justo y más
humano, un mundo que encuentre en la alegría del Evangelio el sentido profundo
de su existencia. Lo haremos como si todo dependiese de nosotros, pero con la
certeza de que eso depende del Señor. Todo, para la mayor gloria de Dios.