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viernes, 9 de octubre de 2020

Francisco, un hombre de palabra

José Leonardo Rincón Contreras
José Leonardo Rincón, S. J.*

Francisco, el de Asís, el “poverello”, ciertamente ha sido un revolucionario. Lo fue para su época, pues teniéndolo todo, lo dejó todo para seguir al Señor, sirviendo a los más pobres, viviendo en pobreza. Lo ha sido a lo largo de estos 800 años como lo testimonia el mismo San Ignacio de Loyola en el siglo XVI al reconocer haber sido impactado por la vida de este hombre, a punto de convertir su propia vida: “si Francisco hizo esto, yo lo he de hacer”. Lo sigue siendo hoy, inspirando a tantos, como Zefirelli para filmar ese clásico “Hermano Sol, Hermana Luna” que a mi personalmente casi me hace franciscano, o como al jesuita Jorge Bergoglio para llevar su nombre como Papa y signar su pontificado con su estilo. Seguramente, en nuestro contexto criollo tan miope, no le hubiera ido tan bien: ¡le dirían que es todo un mamerto!

Francisco, el del barrio de Flores, el primer jesuita Papa, ha sido calificado por Wim Wenders, en este documental de Universal Pictures de 2018 y que apenas vine a ver por Netflix esta semana, como “un hombre de palabra”. Hay que verlo.

Un hombre de palabra afectuosa para con los pobres; de palabra abierta y franca con los líderes mundiales que han ido a visitarlo o a quienes ha encontrado en sus viajes apostólicos; de palabra respetuosa y nada proselitista con quienes son las cabezas visibles de todas las religiones; de palabra profética ante los representantes de todas las naciones en la ONU o el congreso de USA.

Un hombre de palabra través de sus encíclicas donde nos invita a saber relacionarnos con Dios (Lumen Fidei), con la naturaleza (Laudato Si) y entre nosotros mismos (Fratelli Tutti) y sus exhortaciones apostólicas donde nos anima a vivir con alegría el amor del Señor (Amoris Laetitia) y con gozo su seguimiento (Gaudete et Exultate, Evangelii Gaudium, Christus Vivit) y a cuidar el pulmón del mundo (Querida Amazonia).

Un hombre de palabra, sin duda, pero también de acciones, signos, gestos, decisiones y testimonios,  liderando reformas al interior de una superestructura antigua y cargada de tradiciones; pastoralmente comprensivo con los gays a quienes no juzga ni condena, pero sancionando sacerdotes, obispos y hasta sus más cercanos cardenales cuando han tenido comportamientos equívocos, mostrando tolerancia cero con el abuso de menores, hablando firme y fuerte adentro y afuera, sobre una docena de pecados curiales romanos, sobre la absurda carrera armamentista, cuestionando el capitalismo neoliberal que ha propiciado la cultura del descarte y que ha dado como resultado millones de pobres, excluidos e inmigrantes, además de atropellar el planeta y amenazar acabar con la madre tierra…

Un hombre de palabra, a quien la historia no vacilará en reconocerle haber tenido la palabra precisa, a las personas indicadas, en el momento oportuno.

viernes, 31 de julio de 2020

Lo que amo en San Ignacio de Loyola

José Leonardo Rincón, S. J.* 

José Leonardo Rincón Contreras

Hoy celebramos los jesuitas la fiesta de nuestro fundador y quiero contarles los rasgos que admiro en su personalidad:

De grandes aspiraciones y deseos, en principio movido por la vanagloria y el honor del mundo, porque no se contentaba con poco, insatisfecho, adverso a la mediocridad… convierte esos ardientes deseos en propósito de la Compañía de Jesús: la mayor gloria de Dios, esto es, el magis, el más, como una senda de mejoramiento continuo, en una dinámica constante del superlativo  el bien más universal, el mayor servicio, siempre más, siempre mejor… de modo que como dice el apóstol Pablo “cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios”. Pero simultáneamente es el hombre del minus, de la modestia, de los grados de humildad, del no aspirar a títulos y cargos, del no permitir a la Compañía campañas por el poder... El Jesús que seguimos es pobre, humilde y en cruz.

Desde su dolorosa convalecencia en Loyola se convierte en pionero de la psicología espiritual con eso que llamará Ejercicios Espirituales para ordenar la vida, un taller existencial para encontrar el principio y fundamento de la propia existencia, es decir, el sentido de la misma, ser feliz, salvar el alma. Para quienes deambulan perdidos y sin norte, aquí está la brújula. 

De la razón, la meditación y los argumentos, lo es también y sobre todo del corazón, la contemplación y los afectos. Pero ojo, hay afectos desordenados, engañosos distractores que nos venden felicidades falsas. Hay que ordenarlos. No es que sean malos, es que no sabemos utilizarlos tanto-cuanto. La vida hay que vivirla a plenitud cada instante de nuestra vida (carpe diem) pues: “No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente”. Como dice Plinio el Joven: “Non multa, sed multum”. 

De fe evolucionada y madura, la Trinidad inspira su carisma. Cristo, Camino, Verdad y Vida, es el centro y referente de nuestra existencia. Con la taxativa convicción paulina de que nada puede separarnos del amor de Cristo, Aquel que en todo nos conforta, podremos decir: no somos nosotros quienes vivimos, es Cristo que vive en nosotros. Hay que ser “alter Christus”. María, compañera de ese camino, será la intercesora para ponernos con el Hijo. 

Cuando muchos afirman, Cristo sí, Iglesia no, Ignacio ama a la Iglesia como madre, Esposa de Cristo, liderada por el Romano Pontífice. Es verdad que en aquel tiempo como ahora resulte quizás decepcionante, es “casta meretrix”… pero la actitud no es de huida, como Lutero que abandona la barca cuando parece zozobrar, sino realizando el cambio desde dentro. Será el adalid del movimiento de contra-reforma eclesial. 

Es un místico con los pies bien puestos en la tierra. Es verdad que llora emocionado porque las flores le hablan muy duro, pero no por ello evade los problemas del mundo que lo conectan con la realidad: hay atender las urgentes realidades cotidianas y por eso se relaciona con Papas, reyes y todo tipo de autoridades y personajes, hombres y mujeres de toda clase y condición. 

La espiritualidad que promueve es la del contemplativo en la acción y en la acción contemplativo, en simultánea, sin momentos diversos y estancos, sin esquizofrenias. La vida espiritual es inseparable de la material. Evita esquizofrenias. De discernimiento espiritual para buscar y hallar a Dios en todas las cosas y en todas las cosas en Él y poner en práctica la voluntad de Dios en la vida. Tiene claro que el discernimiento no es para escoger entre el bien y mal, sino entre lo bueno, lo mejor. Es el hombre del examen, la revisión y la evaluación permanente. Lo que no se evalúa no mejora.  Se podrá dispensar de la oración, pero jamás del examen. El control de calidad es sistemático y permanente. 

Su mentalidad es abierta, muy moderna para el contexto medieval, rompe paradigmas intocables: el hábito, el rezo del coro, el sistema capitular, la vida encerrada para santificarse solos. Profundamente libre y disponible, siempre en movimiento, le resulta inconcebible estancarse, apoltronarse, instalarse en zonas de confort. Hay que discurrir por el mundo porque el mundo es nuestra casa y se queda pequeño frente a todas las posibilidades que ofrece para realizar allí la misión. Visionario de futuro, siempre en búsqueda, siempre en camino, así mismo se define como el peregrino, siempre en movimiento. De amplia flexibilidad nos invitará a adaptarnos a los tiempos, los lugares y las personas. 

A nivel organizacional concibe la Compañía como un cuerpo apostólico para la misión, donde la pluralidad y la diversidad son característicos, pero donde la “unión de los ánimos” impide la fragmentación. La “cura personalis”, eso que hoy llaman coaching, es la herramienta para acompañar. 

En el “En todo amar y servir”, todo un condensado de vida. Como diría Tagore: “Dormí y soñé que la vida era felicidad, desperté y vi que la vida era servicio, serví y descubrí que en el servicio está la felicidad”. Es un servicio para todos, sin distingos, estemos donde estemos y trabajemos con quien trabajemos. Sin embargo, los débiles y los pobres, los excluidos y vulnerables, siempre estarán en la mira, porque fueron los preferidos del Señor. 

Así las cosas, con ocasión de la fiesta de San Ignacio, les pedimos orar mucho por nosotros y por nuestras vocaciones. Lo necesitamos. El Papa Francisco, jesuita como los más de 250 que trabajamos en Colombia o los 19 mil en el mundo, vive pidiendo: ¡recen por mí! Por supuesto, les prometemos también orar por ustedes y por los suyos y más en estos tiempos difíciles que afrontamos. Así, en comunión de oraciones, compartiremos de lo que somos y tenemos y de esta manera, solidariamente, podremos juntos, cada día, trabajar para lograr el milagro de transformar este mundo, construyéndolo como un mundo más justo y más humano, un mundo que encuentre en la alegría del Evangelio el sentido profundo de su existencia. Lo haremos como si todo dependiese de nosotros, pero con la certeza de que eso depende del Señor. Todo, para la mayor gloria de Dios.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Para ordenar la vida...


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón Contreras
Me da entre risa y cierta rabiecita cuando los informadores de los medios dicen que los directivos del partido político equis se fueron a no sé dónde a retiros espirituales. ¿Qué entenderán ellos por retiros espirituales?, ¿alejarse de la ciudad para organizar sus cuadros y actos de campaña? Tal vez en ese sentido sean “retiro”, pero yo no creo que de “espirituales” tengan nada.

En contraste, les cuento que yo sí estuve de retiros esta semana, más exactamente Ejercicios Espirituales, que no duran tres días como aquellos, sino ocho días completos. Esta fue una experiencia que a partir de lo que él mismo vivió, fue concebida por Ignacio de Loyola en la primera mitad del siglo XVI y hoy día se sigue realizando en todo el mundo, logrando transformaciones personales y también sociales, realmente excepcionales.

Dice Ignacio que ha de entenderse esta experiencia análogamente a como se entienden los ejercicios físicos de caminar, trotar, mover las extremidades corporales, etc. En este caso se trata de reflexionar, meditar, orar, contemplar, pero ejercitando el espíritu, es decir, haciéndolo mover para sacarlo del lamentable estado de quietud y marasmo al que lo sometemos ordinariamente.

Cuenta, además, que su objetivo es, ni más ni menos que: ordenar la vida. Sólo eso. ¡No es poco! Nuestra vida anda agitada, atafagada, atosigada también de mil y un problemas. Nos hemos dejado atrapar por la inmediatez de un mundo que corre vertiginosamente, casi que locamente, donde en realidad no hay tiempo para vivir. Hay que cumplir horarios y metas, hay que mostrar resultados, no se puede parar porque la competencia puede tomarnos ventaja. Si hay que trabajar horas extras no importa. Si hay que sacrificar las vacaciones, qué pena con la familia, pero el negocio no da espera. Importan las cifras tangibles, las utilidades en los estados financieros, las curvas ascendentes.

Así las cosas, en tan monstruosa maquinaria de productividad, las personas son piezas de la misma y sirven en tanto sean útiles, en tanto muestren resultados. Que ¿están enfermas o sufriendo por alguna tragedia personal o familiar?: No importa. Que ¿están estresadas, neurotizadas y al borde de un sourmenage?: eso es problema de ellas. Entonces, en medio de ese caótico panorama, ¿alguien tendría tiempo para sí mismo? La verdad, no. Es un lujo imposible. Luego lograr sacar estos días para hacerlo, después de muchos años de no hacerlo, ha sido la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. Necesitaba darme este regalo.

La idea era volver a las fuentes, a aquello que dio origen a la Compañía de Jesús y que nos moldeó como jesuitas. También uno va desordenando su vida y era necesario hacer un PARE, un alto necesario para evaluar, para examinar cómo estamos. Así como los carros deben hacerse chequeos de mantenimiento cada cinco mil kilómetros y así como se nos recomiendan chequeos médicos periódicos para ver el estado de nuestra salud, era apenas necesario entonces entrar en el taller espiritual a ver cómo andamos de ánimo y de ánima para dejarse sorprender por la Gracia.  El diagnóstico indaga sobre la brújula: ¿está marcando claramente el norte y el sentido?, ¿la escala de valores cómo anda?, la libertad ante las cosas, ¿está en orden? ¿Vamos en la senda correcta de la felicidad?, Jesucristo ¿está en el centro como referente?, y la comunidad local y eclesial, ¿qué tal, funcionando bien? No son todas las preguntas, son esas y muchísimas más. No es examen para descalificar o premiar, es radiografía honesta para saber cómo andamos, qué debe ajustarse, qué debe ordenarse.

La idea es salir renovado. Es una experiencia de encuentro consigo mismo y con Dios. Y como todo encuentro, es transformador, es renovador. La idea es seguir creciendo como ser humano, hacerse fuerte para sortear tantos retos y dificultades, ganar en sabiduría que no solo en conocimientos y datos. Los beneficiarios finales de esta inmersión serán: uno mismo por supuesto, pero también quienes están alrededor nuestro. La idea es que este tipo de experiencias no sea un lujo de unos cuantos iniciados, sino un regalo que toda persona alguna vez se dé en su vida, pues la vida es única, irrepetible, irreversible. Solo se vive una vez y la cuestión es vivir la vida feliz y de la mejor manera, en un contexto donde se ha ido perdiendo la razón y el sentido de la propia existencia.