viernes, 3 de mayo de 2024

Qué pasará con Colombia

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Probablemente sea este el interrogante que copa el mayor interés de muchos compatriotas agobiados a diario por las noticias y los comentarios en torno a nuestra realidad política y cada vez más desorientados sobre nuestro futuro.

Carezco de talentos como futurólogo, pero, con fundamento en recientes análisis que me he atrevido a publicar sobre las fortalezas y debilidades de las fuerzas enfrentadas en esta batalla cultural y sobre los errores de nuestro reciente pasado que nos han condenado a la caótica situación que padecemos, considero pertinente señalar las siguientes reflexiones que pueden aportar luces sobre el derrotero que nos espera.

Partamos de la base de reconocer la cruda realidad que vivimos, sin paliativos ni bobaliconas interpretaciones. La campaña electoral no finalizó en junio de 2023 pues a diario nos demuestra el guerrillero-presidente que está dedicado a agitar una guerra cultural para destruir todo lo existente y construir sobre sus ruinas un nuevo Estado, de corte materialista, comunista, enemigo de la democracia y del capitalismo. Por ello, no debemos extrañarnos de que no haya empezado a gobernar para solucionar nuestras más urgentes necesidades. Su objetivo consiste en incendiar al país, fomentar el odio de clases, parapetarse en el poder y, desde allí, poner en marcha las reformas (agraria, educativa, laboral, sanitaria, energética, pensional, etc.) que le dictan su formación marxista-leninista y su militancia de toda una vida para imponer sus creencias mediante la violencia al resto de colombianos.

Lógico es concluir que continuará utilizando todas las formas de lucha para lograr sus funestas aspiraciones. Cuando se percató de que las mayorías del país habían reconquistado el dominio de las calles, escenario que ocupaban las izquierdas a su antojo, no dudó en apoderarse de la marcha de los trabajadores el 1 de mayo para transformarlas en una manifestación de respaldo a su Gobierno. No obstante, las inmensas sumas de dinero que salieron de las arcas gubernamentales para promover su participación en esa marcha, no alcanzó a emular las espontáneas y masivas concentraciones de oposición en las que el pueblo colombiano mayoritariamente representado ha clamado “¡Fuera, Petro!”.

Mediante el uso abusivo de los dineros de los contribuyentes y los aportes de diferentes colectivos criminales a la campaña petrista que se vienen destapando se mantienen aceitadas las redes sociales y, en general, los medios de comunicación, que ocultan deliberadamente la acción reivindicadora de la oposición a Petro y actúan como altavoces de las locuaces y disparatadas intervenciones del jefe del Gobierno.

Reitera este “mensajero del odio” su discurso de la demolición de nuestro estatuto constitucional para reemplazarlo mediante un proceso constituyente callejero, subversivo y sin un propósito definido pero que servirá como patente de corso para atornillar al camarada Petro y sus secuaces al Gobierno.

Quienes tienen la obligación de velar por el orden constitucional no se pronuncian ante semejante atropello. Se acaba de producir otra poda en la cúpula de la Policía, que se suma a las reiteradas decapitaciones de las que han sido víctimas los altos mandos militares. Ahora, en cualquier vereda, guardias campesinas manipuladas por la guerrilla se sienten con autoridad para secuestrar a la fuerza pública e impedir que esta cumpla con su deber de mantener el orden. ¿En qué país vivimos?

La demanda incoada por un grupo de patriotas para solicitar la destitución de Petro de conformidad con el artículo 109 de la Constitución, (“Para las elecciones que se celebren a partir de la vigencia del presente acto legislativo, la violación de los topes máximos de financiación de las campañas, debidamente comprobada, será sancionada con la pérdida de investidura o del cargo”) por haber sido elegido mediante la violación de los topes económicos autorizados por la Ley para la campaña marcha a paso de tortuga, merced a la presión del Gobierno acompañada de soborno y a la cobardía de los jefes políticos de la supuesta oposición, más interesados en salvar su pellejo y sus personales intereses que la salud de la Patria. ¿Ha conocido Ud., amable lector, alguna declaración de apoyo al juicio político por parte de Álvaro Uribe, Germán Vargas, César Gaviria o Efraín Cepeda? Si los caciques no se han dignado brindar su apoyo a esta legítima aspiración de los colombianos, ¿cómo podemos exigir a sus respectivas bancadas que impulsen la iniciativa?

Con fundamento en las anteriores reflexiones, podemos concluir, hoy 3 de mayo de 2024, que todos los auspicios indican que Petro no entregará el poder al término de su período ; que impondrá, con la mampara del proceso constituyente, que se ha sacado de la manga, las reformas constitucionales para convertir a Colombia en una dictadura comunista; que, bajo su sombra, continuarán sobreviviendo por un tiempo los que ahora lo apoyan o se hacen los de la oreja mocha para no cumplir con su deber de detener la catástrofe política anunciada; y que no habrá posibilidades de derrotar la dictadura de la extrema izquierda en las próximas décadas.

No quiero decir con lo anterior que este sea el inevitable y horroroso hado que nos aguarda. Podríamos evitarlo si se dieran, como tantas veces lo hemos propuesto, las siguientes condiciones:

a. Que tomemos conciencia en forma colectiva de lo que está en juego. No nos cansaremos de reiterar que no se trata de una confrontación política rutinaria en los procesos democráticos, sino de una batalla cultural en la que se pretende cambiar por la fuerza y el engaño los valores que han inspirado nuestra nacionalidad, nuestras instituciones de inspiración cristiana y democrática, nuestro respeto por la verdad, la justicia, la libertad, la familia, la propiedad privada, la libertad de empresa y el manejo de los asuntos públicos como medio para alcanzar el bien común integral de todos los colombianos;

b. Que, dejando a un lado el egoísmo y el afán protagónico, seamos capaces de transformar esa gran masa de descontentos con el régimen que se manifiesta en calles, encuestas y redes sociales, en una fuerza transformadora capaz de derrocar al sátrapa y emprender la reconstrucción de Colombia;

c. Que nos comprometamos a trabajar como activistas para lograr la participación del mayor número posible de compatriotas; que busquemos la financiación necesaria para la desigual lucha que debemos librar;

d. Que utilicemos las modernas tecnologías para llevar nuestro mensaje a todos los rincones del territorio patrio, y,

e. Que acudamos a la ayuda del Creador, para que bendiga nuestra batalla contra las fuerzas del mal y nos ilumine en las estrategias que nos conduzcan de manera eficaz a la salvación de Colombia.