Por Pedro Juan González Carvajal
Milagrosa, increíble, espectacular, prodigiosa, portentosa, fenomenal, asombrosa, maravillosa, increíble, sensacional, impresionante, sorprendente, pasmosa, entre otro gran conjunto de apelativos de admiración, son las imágenes conocidas el pasado 25 de Febrero donde se muestra como un mes después del pavoroso incendio que duró cuatro días y que destruyó cerca de 400 hectáreas de bosque virgen, 40 de cuyas hectáreas estaban pobladas por frailejones en el Páramo de Berlín, se está comenzando a evidenciar un milagroso renacer de esta planta insignia de los páramos y de Colombia.
Explican los científicos que, al momento del terrible incendio, el cogollo estaba protegido al interior de cada planta -gracias a mecanismos de defensa y protección generados por las propias plantas-, y nunca se quemó.
Qué grande es la naturaleza y que insignificantes somos nosotros, los representantes de esta especie humana, pronto convertida por nosotros mismos en un proyecto histórico fallido.
Dirán los optimistas que los buenos somos más y que solo estamos transitando por un período constituido por generaciones destructivas, egoístas y ensimismadas en nuestra supuesta superioridad, autobautizándonos como el más grande e importante escalón de la creación, los reyes de la creación, los hijos de Dios, lo cual a todas luces no deja de ser una mentira, una quimera y una falacia muy bien vendida para poder manejar a los incautos, que son los más.
Queda en evidencia nuestra capacidad destructiva, pero, además, y sobre todas las cosas, la primacía de la naturaleza, su capacidad para preservar cualquier tipo y variedad de vida, pasando por encima de las pretensiones humanas, por más bien intencionadas que sean.
La naturaleza ha estado, está y estará, independientemente de la presencia humana.
Ojalá estos ejemplos de excepción nos ayuden a reaccionar y a expresar voluntad y acciones para recuperar y conservar nuestro hábitat, si no por altruismo, sí por egoísmo, pues de no hacerlo, pues simplemente pereceremos y pasaremos a ser una más dentro del creciente inventario de especies extintas.
NOTA: Es un derecho constitucional que la vida, honra y los bienes de los ciudadanos sean garantizados por el Estado a través de los distintos gobiernos.
Como si no aprendiéramos y como norias eternas, hoy, ante la incapacidad manifiesta y palmaria del Estado -a través de sus débiles gobiernos-, de garantizar estos derechos, de nuevo, con argumentos dialécticos, se vuelve a argumentar y a respaldar el derecho que tienen los ciudadanos de organizarse y defenderse al no poder contar con la presencia y acción efectiva del Estado y se vuelve a hablar de “Brigadas” y de ”Frentes Solidarios”, que como las estigmatizadas “Convivir”, nacen con propósitos loables y después pierden el rumbo, convirtiéndose en nuevos actores armados, que influenciados por el narcotráfico como entre omnipresente, terminan empeorando la situación general en un breve período de tiempo.
¿Por qué no aprendemos? o ¿Es que no queremos aprender?
¿Por qué no reconocemos -ni conocemos- ni aceptamos nuestra historia reciente?
¿Todo es una buena disculpa y un buen argumento para darle rienda suelta a nuestro ADN violento y a la consolidación del estatus quo?
Lo que no queremos y para lo cual no existe voluntad es para coger el toro por los cachos.
Si no comprendemos y dimensionamos el territorio en sus variadas expresiones, no podremos pensar en su racional aprovechamiento a través de una inteligente definición del uso y destino del suelo, asociado al tema de la tenencia y la propiedad de la tierra, lo cual influirá directamente en el modelo de división y organización político-administrativa.
Lo anterior también es válido para distinguir inteligentemente entre analizar, opinar e informar alrededor de las discusiones centenarias que hoy se presentan como novedosas alrededor del tema de la autonomía fiscal de los departamentos, lo cual es pertinente en una sociedad que se piensa a futuro a partir de ser capaz de sobrevivir a este presente incierto.
Con respecto a nuestra actual división político-administrativa, recordemos que tenemos un Estado Central y centralista, 32 departamentos de diferentes categorías, casi 1150 municipios de distintas categorías, hoy considerados como la célula básica de la organización territorial, infinidad de corregimientos y miles de veredas y centros poblados, territorios indígenas, que constituyen entre todos la Colombia urbana y rural -sin olvidar la Colombia Insular-, acompañados de figuras previstas en la actual Constitución Política como los distritos y las áreas metropolitanas y otras aun no implementadas completamente como las regiones administrativas y de planificación -unión de dos o más departamentos- y las provincias -áreas particulares dentro de los departamentos-.