martes, 7 de febrero de 2023

De cara al porvenir: mundo raro

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Serán los años que hacen ver la realidad con otra óptica o será la mismísima realidad la que cada vez presenta facetas más descabelladas. Puede ser tanto lo uno como lo otro, pero, la verdad, yo que me precio de tener mente abierta y que afirmo estar preparado para casi todo, observo situaciones generalizadas muy pero muy extrañas.

Dada mi vocación por la educación y mi extenso ejercicio docente, he tenido la fortuna de ser profesor de miles de estudiantes de varias generaciones y he sido testigo de los cambios que se presentan generación tras generación. En este aspecto he tratado de no incurrir en aquello que hoy llaman el “culto a la juventud” pero tampoco en la generalizada descalificación de las nuevas generaciones. Tienen virtudes y defectos como yo a su edad; son rebeldes e irreverentes como yo a su edad y, hasta aquí, nada que reprochar. Pero hay dos detalles notorios que se echan de menos en los jóvenes: no saben saludar ni dar las gracias y estas dos prácticas son mínimos básicos de convivencia. Para mí y los de mi generación, que fuimos educados bajo la regla de “sí señor, no señor, buenos días, buenas tardes, por favor, muchas gracias” es raro, muy raro, llegar a un lugar en el que los jóvenes y algunos no tan jóvenes no tengan la cortesía de un saludo. De la misma manera es raro, muy raro, que cuando un joven reciba algo –un regalo, un favor, un servicio, no se digne a dar las gracias. Como decían nuestras madres: son unos merecidos.

De otro lado, desde niño he tenido mascotas. Tortugas, pájaros, algún hámster, pero, sobre todo, muchos –casi incontables– perros. Converso con ellos, duermo con ellos, les leo en voz alta mis escritos (y casi siempre ponen la misma cara de desasosiego que deben tener en este momento algunos amables lectores). Pero siempre he tenido claro que son mis mascotas, son animales y, para mí, esa es la gracia de la relación. En los últimos tiempos, por múltiples razones y en buena hora, se han generalizado los animales de compañía y esto ha impulsado toda una industria de las mascotas: almacenes de artículos para mascotas, alimentos variados, guarderías para mascotas, servicios veterinarios cada vez de mejor calidad, seguros para mascotas, paseadores de perros, chips para su localización y, quién lo creyera, hasta bozales, collares y cadenas. Además, cada vez se generalizan más los lugares pet friendly. Recordemos que hace algunos meses se definió el Congreso de la República como lugar pet friendly y ya vemos en su recinto, perros, gatos (además de los tradicionales lagartos y ratas) y hasta un congresista llegó en su caballo (a propósito, hace pocos días murió la bestia. El caballo, no el congresista).

Todo lo anterior está bien, pero se está llegando a un extremo de humanización de las mascotas que, desde mi punto de vista, va en perjuicio de la mascota y del humano. Hoy, se habla incluso de familias multiespecie. ¡Por favor! Si la gracia de las mascotas es precisamente que no son humanos. O no recordamos la frase de Lord Byron: “mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”.

Pero bueno, preparémonos porque se seguirán presentando más cosas raras y seremos testigos de grandes prodigios. Y aclaro, este artículo no fue escrito por ningún programa de inteligencia artificial, por lo tanto, los errores que encuentren en él son fruto de la maravillosa torpeza humana.