martes, 24 de enero de 2023

De cara al porvenir: elefantes blancos

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Hace varios años el Noticiero CM& presenta todos los lunes una sección que ha denominado “Los Elefantes Blancos”, es decir un espacio donde se denuncian las obras inconclusas que, por corrupción y malas administraciones, se inician, pero no se concluyen en este bendito país.

Acueductos veredales, escuelas, colegios, hospitales, puentes, carreteras, sedes de entidades como el SENA en pleno Bogotá, establecimientos carcelarios, parques, escenarios deportivos, reconstrucciones ante catástrofes naturales, teleféricos, puntos de internet, entre otros variados tipos de infraestructuras, hacen parte del variopinto inventario de obras inconclusas documentadas y denunciadas por CM&.

Como simple ciudadano me parecería al menos de buen recibo que por parte de la Auditoría General de la Nación, –de quien no conozco ni el nombre de su actual cabeza, ni ninguna realización concreta de dicha institución–, y asumiendo que las funciones que debe cumplir se asocian al de su nombre, –cuya actividad es concreta en el sector privado–, y de la Contraloría General de la República, pues como mínimo le hagan seguimiento y den pronta respuesta a las denuncias que públicamente se hacen y ante las cuales ninguno de los dos organismos anteriores ha hecho nada.

Hay que anotar que brilla por su ausencia este tipo de respuesta.

Ante la creación del Ministerio de la igualdad, cuyo propósito es loable :”Buscar eliminar las desigualdades políticas, económicas y sociales”, pero cuyos verdaderos resultados son inciertos, pues no tiene capacidad de ejecución sino de promoción y fomento de la igualdad y me imagino que denunciar casos puntuales, me parece entonces pertinente crear el Ministerio de las Obras Inconclusas para garantizar que las obras que esperan ilusionadas las comunidades a lo largo y ancho de nuestro país, por decenios, por fin se hagan realidad.

Personalmente considero que a las cabezas de los órganos de control en cuyo período de actuación se incumplieron los contratos, así como a los contratistas, contratantes e interventores, se les debería quitar la Tarjeta Profesional e impedirles ser funcionarios públicos y contratar con el Estado mínimo por 50 años inapelables. ¿O es que vamos a seguir alcahueteando esta corruptela?

Yo cómplice por omisión si no quiero ser.

Pasando a otro tema, se anuncia por parte del Gobierno Nacional que se reemplazará el actual sistema de estratificación socioeconómica por otro tipo de indicadores.

Recordemos que la actual estratificación socioeconómica se dio al amparo de la Ley 142 del año 1994 y se refiere a la clasificación de los inmuebles residenciales que deben recibir servicios públicos. Se realiza principalmente para cobrar de manera diferencial (por estratos) los servicios públicos domiciliarios permitiendo asignar subsidios y cobrar contribuciones. Sin saberse por qué, esta estratificación reemplazó las tradicionales dimensiones vigentes hasta esa fecha: lumpen, clase baja, clase media y clase alta.

Hoy por hoy, la pobreza y la riqueza extremas generan nuevos horizontes en el recorrido del péndulo socioeconómico, donde la injusticia, la pobreza y la iniquidad, muestran realidades que nos deberían al menos hacer ruborizar como especie.

El coctel explosivo de crecimiento de la población y cambio climático, ofrecen un panorama asustador, para quienes decimos tener un poco de conciencia.

Hoy tenemos una clase sibarita pobre, una clase pobre resignada, una clase media pudiente, una clase media endeudada hasta el tuétano, una clase alta tacaña y una clase alta de bajo poder adquisitivo, esto sin nombrar los estratos 7,8 y 9 en adelante y las estrafalarias fortunas provenientes de la corrupción, el narcotráfico y otros delitos más sofisticados.