Por José Leonardo Rincón, S. J.
De
entrada, se da por descontado que el deporte, en todas sus disciplinas, es una
actividad humana que además de cultivar el cuidado del cuerpo a nivel personal,
el trabajo en equipo y la sana emulación, es un espacio saludable para el
esparcimiento y la unión de los pueblos. No en vano los aros olímpicos entrelazados
simbólicamente expresan ese propósito.
Sin
embargo, cuando a Teodosio le dio por suspender los Juegos Olímpicos en el
siglo IV, lo hizo por motivos religiosos: no había que promover el culto a los
dioses del Olimpo. Y tuvimos que esperar muchos siglos para recuperar este
espacio y…, también, los afanes de muchos por meterle política y otros
intereses para manipularlos.
No
olvidemos que Hitler en 1936 usó las Olimpíadas con fines propagandísticos nazis
y que su mayor disgusto acaeció cuando el atleta norteamericano de origen afro
Jesse Owens ganó la medalla de oro mostrando su superioridad deportiva, todo un
insulto para la raza aria que quería demostrar exactamente lo contrario.
Y
todavía recuerdo la masacre en la Villa Olímpica de Múnich en 1972 contra un
grupo de atletas israelíes. El escenario equivocado para trasladar conflictos
políticos fue aquella vergüenza. No han cambiado mucho las cosas ahora que
estamos en pleno campeonato mundial de fútbol. Que la justa se haya hecho en
Qatar pareciera ser una decisión normal pues cualquier país legítimamente puede
aspirar a ser sede de estas justas deportivas, el problema fue el escándalo
suscitado por la manipulación que se tuvo en su escogencia y que desató una
crisis en la FIFA.
El
debate sobre Qatar ha girado en torno al respeto a los derechos humanos, las
cientos de víctimas que murieron en la construcción de unos escenarios que
serán desbaratados una vez concluya el evento, las prohibiciones a
manifestaciones públicas de afecto o a usar la bandera LGBTI, etc. Pero hemos
visto más: desproporciones como ofrecer a cada jugador árabe saudí un Rolls
Royce si le ganaban a Argentina; o la amenaza de violencia y torturas del
régimen iraní a sus jugadores y sus familias si expresaban su descontento como
lo hicieron en el primer juego al no entonar su himno nacional.
Y
los pobres deportistas rusos, vetados de todas las competencias
internacionales, no por su culpa, sino por culpa de un régimen expansionista
que ya nos tiene en crisis económica global y a todos en vilo con la amenaza de
una guerra nuclear.
Creo
que deporte y política son dos asuntos distintos que no deben mezclarse. Es un
abuso que se le meta política al deporte. Si esto acontece de manera normal
significará que un día un campo de juego termine convirtiéndose en un campo de
batalla y que dos hinchadas diferentes resulten matándose en las tribunas como
lamentablemente ya ocurre entre fanaticadas obtusas, simplemente porque somos
de colores distintos en nuestras camisetas.