Lo
mejor que hacían los padres de familia en tiempos pasados era enseñarles a los
hijos a trabajar y a ganarse la vida honradamente. Las cosas había que conseguirlas
con tenacidad y esfuerzo. Ese cuentico de que con llantos y pataletas se lograba
tener las cosas fácilmente, era impensable. Hoy día, padres permisivos y
alcahuetas, literalmente, se tiran sus hijos dándoles todo apenas abren la boca.
Los aqueja la angustia de no traumatizarlos de modo que hay que proporcionarles
todo para que no experimenten ninguna contrariedad o temprana frustración. Resultan
volviéndolos marmotas atenidas, ineptos que no tienen iniciativa de nada,
ni-nis que ni estudian ni trabajan y a quienes les repican los 40 y todavía
están en casa de los papis a expensas de ellos.
El
que no ha sudado para conseguir las cosas, el que se ha consumido plácidamente
las reservas de sus abuelos y papás, es un experto en dinero fácil. Y el que
nunca ha trabajado y sin hacer ningún esfuerzo o por poca cosa le ofrecen buena
plata, cae redondito. Por la plata baila
el perro, lo hemos dicho.
En ese sentido el narcotráfico ha devastado nuestra cultura, permeando todos los estamentos, en todas las instituciones. ¿Para qué matarse trabajando de sol a sol durante años, si con un “trabajito” puedo conseguir organizarme económicamente? Recuerdo el libro de Alonso Salazar “No nacimos pa semilla” contando anécdotas de sicarios paisas cuyo único propósito era conseguirle una casa a su vieja, sin importarle morir en su único y significativo esfuerzo.
Y
ahora que traigo a colación el caso paisa, ¡qué tristeza ver desmoronarse una
región pionera, pujante, laboriosa, echada pa’lante por culpa de ese dinero
fácil! Comenzó desde que se animaba a conseguir las cosas honradamente pero si
no se podía había que conseguirlas de todos modos, pasando por el nefasto narcotráfico
que corrompió buena parte de jóvenes generaciones y ahora, de otro modo, se
expresa con la maldita corrupción que ha dividido sus gentes porque ha afectado
iniciativas como Hidroituango y emblemáticas empresas como EPM, pasando por
alcaldías y gobernaciones, hasta llegar al mismísimo GEA, su simbólico baluarte
empresarial, que quieren tomárselo a como dé lugar. Y tampoco se salva mi
equipo que teniendo excelentes entrenadores criollos que ofrecieron buenos
resultados los echaron por la borda para traerse un técnico foráneo que ya
fracasó una vez y en su arranque le quedó grande meter al onceno rey de copas
entre los ocho mejores.
Los
valores están trastocados y en tanto el dios Mamón siga reinando, desplazando
al auténtico Dios, esto va a estar bien complicado. La gente aspira a ser rica
en corto tiempo y con el menor esfuerzo. Por eso se prestan para desfalcos, por
eso traicionan amigos y causas, por eso comisionan con el CVY, por eso el que
puede robar roba y por eso hasta el fiscal anticorrupción se corrompe y la cosa
va desde llevarse utensilios de trabajo en la empresa, pasando por subir exageradamente
los precios de las cosas, hasta ver cómo puede sacar tajada en los negocios,
robarse contratos millonarios y desfalcar el Estado.
Bien
lo dice la Escritura: “No se puede servir a dos señores, porque amará uno y
aborrecerá el otro. No se puede servir a Dios y al dinero, porque amará uno y
dejará el otro”. Más claro no se puede. No es que el dinero sea malo, lo
malo es qué lugar le doy en mi escala de valores al dinero. Ahí está el asunto:
o el dios Mamón, ricachón, exitoso, o el Dios del pesebre, que construye Reino
con esfuerzo y termina en cruz, supuestamente fracasado.