Por Pedro Juan González Carvajal*
Solo por verificar una hipótesis personal, le
pregunté a unas cuantas personas el nombre de los dos candidatos que se
enfrentaron en la segunda vuelta electoral en Colombia y las respuestas me ratificaron
lo que intuía: se les había olvidado el nombre del candidato que se enfrentó al
actual presidente.
Y es que es claro que la aventura política del
ingeniero Rodolfo Hernández estaba respaldada por el libre ejercicio
democrático, más no por un proyecto serio, lo cual demuestra una vez más las
debilidades del reconocido como “el menos malo de todos los sistemas”.
También quedó claro que la gente no votaba por
él, sino contra el otro candidato, lo cual es válido, pero demuestra la pobre
cultura política de los pretenciosamente denominados ciudadanos en Colombia.
El apoyo numéricamente importante a una persona
respetable pero desconocida, deja mucho que desear con respecto a las dinámicas
internas y a la poca credibilidad que hoy tienen los mal llamados partidos
políticos.
Ahora bien, ese ilustre desconocido obtuvo 10.5
millones de votos respaldado en su consigna contra la corrupción, y se esperaba
que al menos su independencia diera cabida a un nuevo tipo de oposición, lo
cual, como era previsible no se dio ante la falta de estructura y de cuadros de
su movimiento, pues una vez siendo perdedor, quedaba la opción de asumir o no
la curul como senador a la cual tiene derecho legal y legítimo, pero que ante
su impreparación e inexperiencia en el mundo parlamentario, pues terminó en que
acaba de presentar su renuncia al senado para aspirar a un cargo público en su
departamento, lo cual también es absolutamente válido y legítimo. Y es
inevitable hacerse una pregunta hipotética: si siendo senador se vio desbordado
por la realidad y se sintió “como Messi de arquero” ¿qué hubiera podido pasar
de haber sido elegido presidente?
Poco participó mientras estuvo en el Congreso y
poco le duró su relación con su fórmula vicepresidencial, ya que se distanció
de ella por haber participado en algunos acuerdos políticos sin su
consentimiento.
Flaco servicio a una democracia débil y cuestionada,
bofetada limpia a los partidos y movimientos políticos, pero lamentablemente
ese es el reflejo de la realidad política de nuestra exuberante, mal querida y
mal manejada Colombia.
Quijotadas o irresponsabilidades como estas no
se pueden volver costumbre en un país tan emproblemado como este.
Es de suponer que quienes se sintieron
perdedores en las anteriores elecciones presidenciales y en las regionales que
se realizarán de nuevo el año próximo, han comenzado ya y ya tienen claros los
procedimientos para seleccionar sus candidatos de cara a la competencia
electoral, afinando perfiles y teniendo un conocimiento claro de la situación
que les correspondería enfrentar para poder presentar propuestas serias.
El no hacerlo, sería una invitación a que
cayéramos en lo mismo, lo cual debilitaría aún más la credibilidad en los
partidos y en la propia democracia.
Un ejercicio similar al mencionado al principio
de este artículo podría hacerse localmente: ¿quiénes fueron los candidatos a la
gobernación y a la alcaldía hace tres años? Y el resultado seguramente será el
mismo: no los recordamos.
No es posible que en nuestra región no se pueda
contar con candidatos que permitan asegurar que se tendrá un gobernador que por
lo menos iguale el talante del actual y que en nuestra ciudad no se pueda
contar con personas que superen el pobre perfil del actual alcalde y su equipo.
Y, si no se seleccionan buenos prospectos y
resulta ganador algún candidato alternativo, ojalá luego no se pongan a buscar
a través de movimientos de revocatoria del mandato revertir resultados
ocasionados por malas campañas, ausencia de propuestas y malos candidatos.
¡Amanecerá y veremos!
NOTA: Como
dice mi distinguido amigo el doctor Alberto Merlano, “No expectativas, satisfacción asegurada”.