martes, 15 de noviembre de 2022

De cara al porvenir: flor de un día

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Solo por verificar una hipótesis personal, le pregunté a unas cuantas personas el nombre de los dos candidatos que se enfrentaron en la segunda vuelta electoral   en Colombia y las respuestas me ratificaron lo que intuía: se les había olvidado el nombre del candidato que se enfrentó al actual presidente.

Y es que es claro que la aventura política del ingeniero Rodolfo Hernández estaba respaldada por el libre ejercicio democrático, más no por un proyecto serio, lo cual demuestra una vez más las debilidades del reconocido como “el menos malo de todos los sistemas”.

También quedó claro que la gente no votaba por él, sino contra el otro candidato, lo cual es válido, pero demuestra la pobre cultura política de los pretenciosamente denominados ciudadanos en Colombia.

El apoyo numéricamente importante a una persona respetable pero desconocida, deja mucho que desear con respecto a las dinámicas internas y a la poca credibilidad que hoy tienen los mal llamados partidos políticos.

Ahora bien, ese ilustre desconocido obtuvo 10.5 millones de votos respaldado en su consigna contra la corrupción, y se esperaba que al menos su independencia diera cabida a un nuevo tipo de oposición, lo cual, como era previsible no se dio ante la falta de estructura y de cuadros de su movimiento, pues una vez siendo perdedor, quedaba la opción de asumir o no la curul como senador a la cual tiene derecho legal y legítimo, pero que ante su impreparación e inexperiencia en el mundo parlamentario, pues terminó en que acaba de presentar su renuncia al senado para aspirar a un cargo público en su departamento, lo cual también es absolutamente válido y legítimo. Y es inevitable hacerse una pregunta hipotética: si siendo senador se vio desbordado por la realidad y se sintió “como Messi de arquero” ¿qué hubiera podido pasar de haber sido elegido presidente?

Poco participó mientras estuvo en el Congreso y poco le duró su relación con su fórmula vicepresidencial, ya que se distanció de ella por haber participado en algunos acuerdos políticos sin su consentimiento.

Flaco servicio a una democracia débil y cuestionada, bofetada limpia a los partidos y movimientos políticos, pero lamentablemente ese es el reflejo de la realidad política de nuestra exuberante, mal querida y mal manejada Colombia.

Quijotadas o irresponsabilidades como estas no se pueden volver costumbre en un país tan emproblemado como este.

Es de suponer que quienes se sintieron perdedores en las anteriores elecciones presidenciales y en las regionales que se realizarán de nuevo el año próximo, han comenzado ya y ya tienen claros los procedimientos para seleccionar sus candidatos de cara a la competencia electoral, afinando perfiles y teniendo un conocimiento claro de la situación que les correspondería enfrentar para poder presentar propuestas serias.

El no hacerlo, sería una invitación a que cayéramos en lo mismo, lo cual debilitaría aún más la credibilidad en los partidos y en la propia democracia.

Un ejercicio similar al mencionado al principio de este artículo podría hacerse localmente: ¿quiénes fueron los candidatos a la gobernación y a la alcaldía hace tres años? Y el resultado seguramente será el mismo: no los recordamos.

No es posible que en nuestra región no se pueda contar con candidatos que permitan asegurar que se tendrá un gobernador que por lo menos iguale el talante del actual y que en nuestra ciudad no se pueda contar con personas que superen el pobre perfil del actual alcalde y su equipo.

Y, si no se seleccionan buenos prospectos y resulta ganador algún candidato alternativo, ojalá luego no se pongan a buscar a través de movimientos de revocatoria del mandato revertir resultados ocasionados por malas campañas, ausencia de propuestas y malos candidatos.

¡Amanecerá y veremos!

NOTA: Como dice mi distinguido amigo el doctor Alberto Merlano, “No expectativas, satisfacción asegurada”.