Pedro Juan González Carvajal*
En el país del sí pero no, que es nuestra querida Colombia,
ya no causan ni admiración ni espanto las situaciones que se presentan de
manera permanente y que se alejan cada vez más de la lógica elemental o de la
sindéresis fundamental con la cual un conglomerado humano que se dice civilizado
debe actuar y comportarse.
Algunos de nuestros variopintos ejemplos recientes cubren
varias realidades:
La primera, en un país que se dice por fin que está
preocupado por la deforestación, se reconoce que 1.200.000 personas todavía
tienen que emplear leña para suplir sus necesidades energéticas básicas, lo
cual a todas luces es un exabrupto (El Colombiano, lunes 25 de octubre de
2021).
Pareciera que, con unos pocos billones de pesos, de los
muchos billones que se pierden por corrupción, podríamos llevar energía
eléctrica a todos los municipios que hoy no la tienen, con su impacto positivo
para corregimientos y veredas que es donde se establece la verdadera Colombia rural.
Otra situación absurda es la discusión pública entre la
autoridad del registro civil y la autoridad de información del país.
Registrador nacional y director del DANE, entran en una discusión pública insulsa,
pero preocupante, por una diferencia de casi 5 millones de habitantes en Colombia,
lo cual afecta negativamente la credibilidad del censo electoral ante la
proximidad de unas elecciones signadas por la polarización y la desconfianza.
Abunda el número de precandidatos a la Presidencia de la
República, pero hay escasez enorme de propuestas, de posturas y mucho menos de
compromisos. La mediocridad es enorme y la presentación de programas
inteligentes y viables brilla por su ausencia.
El delicadísimo tema de Hidroituango se está volviendo más
cansón que una telenovela mexicana de las malas. De importancia estratégica
para el país, puede llevarse por delante la reputación y la estabilidad
financiera del Municipio de Medellín, de Empresas Públicas de Medellín y de la
Gobernación de Antioquia. No cicatrizadas aun completamente las heridas que
dejó en la relación Nación - Antioquia la construcción y esquema de financiación
del Metro de Medellín, ahora caemos en esta nueva y lamentable situación. Después
los paisas bobos o soberbios nos quejamos porque dizque el resto de Colombia no
nos quiere o nos tiene envidia. (¿Envidia de qué?).
Ni qué hablar del panorama judicial donde expresidentes,
exgobernadores, exalcaldes, exparlamentarios, exfuncionarios públicos y
funcionarios de todos los niveles en ejercicio están a la espera de resolver
sus situaciones jurídicas.
Está bien que una investigación no se le niega a nadie,
pero esta situación que se volvió parte del paisaje, raya en lo absurdo. Lo
costoso es el deterioro de la imagen de las distintas instancias judiciales,
que, gracias a los tejemanejes de los respectivos acusadores y defensores,
entran en verdaderas contradicciones y confrontaciones, que no benefician a
nadie, pero sí le hacen perder credibilidad a nuestra resquebrajada
administración de justicia.
Las escenas y las situaciones observadas en las
transmisiones de las sesiones del Congreso Nacional dan en muchos casos, ganas
de llorar. ¿Cómo debo votar? Le pregunta un honorable representante a la Cámara
a la presidenta de la Cámara de Representantes en plena votación y a viva voz….
Y la presidenta le dice qué hacer y cómo votar. ¡Qué vergüenza! ¡Qué dolor de
patria!
Las denuncias de la existencia de obras inconclusas
denominadas como “Elefantes blancos” a lo largo y ancho del país, denunciados
por el contralor general en sus múltiples viajes y por el noticiero CM&,
todos los lunes, no pueden quedarse ahí. ¿Quién asume las investigaciones?
¿Cómo asegurar su culminación? ¿Ya están investigando y castigando a los
responsables? ¿Las investigaciones si llegan a algún lado? ¡Amanecerá y
veremos!
No cabe de la dicha el Gobierno Nacional por la captura del
líder del denominado Clan del Golfo y eso está bien. Para quienes no tienen
memoria, o no tienen por qué tenerla, lo mismo sucedió con Pablo Escobar, los
Rodríguez, el Mono Jojoy, Reyes y otros tantos y finalmente… ¡no pasa nada!
Pan y circo era la máxima romana cuando el César veía que
el pueblo presentaba algún descontento por alguna causa. En Colombia los
subsidios hacen las veces de pan, y payasos para el circo, pues abundan.
Lástima que nos hayan tocado payasos tan malos.