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jueves, 17 de noviembre de 2022

De cara al porvenir: desatinos

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Y vuelve y juega. O mejor, vuelve y no juega. Ya son cinco años en los que Nacional no juega a nada, a pesar de dos títulos de copa y uno de liga, desde el final del exitoso ciclo Osorio – Rueda, de 2012 a 2017, con doce títulos, dos de ellos internacionales, dos clasificaciones a la final de la Copa Sudamericana, el desorden administrativo y deportivo se ha apoderado de la institución deportiva más grande de Colombia.

Y es que la cadena de desatinos ha sido larga. Desde la salida por la puerta de atrás del profesor Reinaldo Rueda, gestor de la segunda Copa Libertadores ganada por el club, hasta la ridícula gestión del 2022 con cuatro directores técnicos en un año, dos de ellos castigados por salir campeones.

Resulta por lo menos desconcertante que en un club que hace parte de una de las organizaciones empresariales más sólidas del país, que se caracterizan por la seriedad y el acierto en la toma de decisiones, se ajuste más de un lustro de tumbos y desaciertos.

Pero ¿qué pasa? ¿Será que Nacional ya no es importante para la organización? ¿Será que la pasantía diplomática del doctor Antonio José Ardila lo hizo desconectar del manejo del club y otros, entre ellos su hija, hicieron fiesta durante su ausencia?

Realmente no es consecuente con la gran historia verdolaga el desfile de directores técnicos desde la salida de Rueda. Juan Manuel Lillo, gran teórico y mal práctico; Jorge Almirón, quien lo mejor que tiene es el empresario que luego de sus fracasos en Colombia y Argentina, lo tiene dirigiendo en Europa; la primera etapa del Arriero Herrera con título de copa y su salida súbita para ser reemplazado por Paulo Autuori quien debutó y se despidió de la liga en un solo partido, y al año siguiente, en pocas semanas, eliminó el equipo de los Libertadores y de la Sudamericana. Luego, el mal regreso de Osorio con más pena que gloria, su salida, el paso fugaz e inaportante de Guimaraes, el encargo de Alejandro Restrepo con título en la Copa del 2021 y, ahora el traumático 2022, con la salida de Restrepo, el regreso de Herrera con título de Liga, su salida por el pésimo manejo de los directivos a lo sucedido con él y con Gio Moreno en una rueda de prensa, la interinidad de Pedro Sarmiento y, finalmente en un doloroso deja vu, el regreso de Autuori para mejorar su gesta del 2019, pues ya se demoró dos partidos para eliminar al equipo.

Es fácil hablar con el retrovisor y sobre hechos cumplidos, pero me consta que hinchas, periodistas y personas del fútbol sensatas advirtieron sobre el grave error que implicaba prescindir de manera tan inoportuna de Pedro Sarmiento quien tenía al equipo entre los ocho, y dejar los últimos partidos en manos de quien apenas llegaba. Error directivo y torpeza del DT a quien ya habían castrado y se dejó castrar de nuevo.

Pero finalmente el penal fallado por Duque y la eliminación son solo una anécdota que se borra con el título de junio y la clasificación a la Copa Libertadores del 2023. Lo realmente preocupante son los palos de ciego en contratación de jugadores, la mala confección de las nóminas de los últimos torneos en los que son evidentes las fallas y desequilibrios en líneas como el arco, bien cubierto por Mier pero con una alternativa poco confiable; los centrales, pues ya son varios años en los que cada semestre se venden los que surgen y no se reemplazan; los volantes, ya que ni amasando a Jarlan, Andrade y Guzmán y haciendo uno solo de los tres, se lograrían tener a alguien de la jerarquía de un Macnelly Torres o un Lobo Guerra y por supuesto el “nueve” pues ya Duque siente el peso de los años y aunque sigue haciendo goles tampoco es ya el goleador confiable que aparecía en los momentos decisivos.

Y si vamos más al fondo, es notoria la falta de claridad en todos los estamentos sobre cuál es el propósito de la institución: ¿coleccionar títulos nacionales, ligas, copas, superligas para adornar más las vitrinas? ¿Sacar jugadores de la cantera para venderlos sin dejarlos consolidar (Cuesta, Reyes, Mosquera, Cabal, etc.)? ¿Reenganchar veteranos que nos dieron glorias en otras épocas pero que ya no son los mismos? ¿Apuntarle a un proyecto ganador como el de 2012 a 2017, sosteniendo una idea, un técnico, unos jugadores para apuntarle a nuevos logros internacionales?

El cielo que se tocó cuando en 2016 Nacional fue considerado como el mejor equipo del mundo por la Federación Internacional de Fútbol y estadísticas (reconocimiento que se obtiene por datos objetivos como títulos y puntos) quedó muy lejos, luego de llegar a lo más alto el descenso fue vertiginoso, pero se pueden recuperar buenas prácticas probadamente exitosas para no dejar de ser el más grande de Colombia y uno de los más grandes del continente.

martes, 4 de junio de 2019

De cara al porvenir: tumbos verdes


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Hace un año largo, cuando terminó la corta etapa de Juan Manuel Lillo al frente de la dirección técnica del Atlético Nacional, advertíamos que era inevitable el bajón futbolístico del equipo luego de ganar su segunda Copa Libertadores, de clasificar a la malograda final de la Copa Sudamericana y de alcanzar el puesto de honor como el mejor equipo del mundo según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol. Era claro que, en el medio latinoamericano, no era posible conservar dicho nivel pues, tras éxitos como estos, se presentaba una masiva venta de jugadores al exterior que obligaban a recomponer la nómina.

Hasta allí, todo era normal. Pero una cosa es un explicable bajón futbolístico y otra es que la institución ha caminado de tumbo en tumbo durante los últimos años. Con el ánimo de aportar para que Nacional retome su camino como el más ganador y el más grande de Colombia y como gran referente del país en el concierto del fútbol internacional, señalaré algunos de los grandes desaciertos de los últimos tiempos, que deberán propiciar un aprendizaje para no reincidir en errores y corregir algunos de los cometidos.

Por sugerencia del profesor Juan Carlos Osorio, técnico de avanzada y de escuela europea y con el apoyo de Juan Pablo Ángel, gran conocedor del fútbol internacional, se hizo una cuantiosa inversión en el Centro de Alto Rendimiento, para estar a la altura de los grandes equipos del mundo. Indudablemente fue una gran decisión con visión de futuro, pero en el corto plazo, y ya en el mediano, parece que ha quedado grande el manejo de dicho Centro pues, en primer lugar, se convirtió en el detonante para la salida del profesor Reinaldo Rueda, y posteriormente, ha sido fuente de una enorme paradoja: ahora que tenemos Centro de Alto Rendimiento, el rendimiento deportivo ha bajado a su mínima expresión y al contrario de permitir el mejor acondicionamiento físico de los jugadores, se ha entrado en una etapa caracterizada por la seguidilla de lesiones. Parece que tenemos un Centro de Alto Rendimiento, pero no hemos dado en el clavo de su correcta utilización.

Otro punto crítico ha sido el manejo de la nómina. Ventas jugosas con reinversiones que no se entienden, cláusulas de rescisión impuestas por los jugadores en detrimento económico del club –casos Armani, Mateus Uribe y Jorman Campuzano, que pudieron venderse por sumas significativamente superiores–, y contratación de jugadores que han demostrado no estar al nivel de un equipo como Nacional. Si bien es cierto, cualquier equipo se resiente con la salida de jugadores como Jonathan Copete, Víctor Ibarbo, Davinson Sánchez, Farid Díaz, Alexánder Mejía, Sebastián Pérez, Alejandro Guerra, Orlando Berrío, Miguel Ángel Borja, Marlos Moreno, Mateus Uribe, Andrés Ibargüen, Franco Armani, Macnelly Torres y Jorman Campuzano, entre otros, también es cierto que con el producto de tales negociaciones se podrían contratar jugadores de mejor nivel de los que han llegado.
No hago el listado de las malas contrataciones porque es tan extensa que, con sus fotos, podría llenarse el álbum Panini de los petardos.

Los tumbos dados en la elección de director técnico, que han hecho que se comporte como un equipo chico que cambia de técnico cada seis meses, también merece comentario. Con la facilidad del retrovisor se evidencia que el último técnico extranjero triunfador fue Óscar Quintabani, luego, los ensayos con foráneos han sido lamentables, mientras que los grandes logros como las dos Libertadores, las tres finales de la Sudamericana, la Recopa y la gran mayoría de títulos locales han sido obtenidos por técnicos colombianos. Esto, realmente, debe significar algo.

Por último, y me refiero a este tema desde la limitada perspectiva del hincha, se perciben errores directivos que han ocasionado graves consecuencias económicas que se han traducido en lo deportivo y que hablan muy mal de la gestión administrativa del club. Las demandas por parte de quienes alegan tener derechos de formación sobre jugadores que han sido vendidos por el club, la demanda del Cortuluá por los perjuicios ocasionados al haber dejado perder los derechos deportivos sobre Fernando Uribe, que limitó enormemente la posibilidad de reforzar la nómina para la Copa Libertadores y para La Liga que está terminando, son algunas muestras de que en lo directivo las cosas tampoco han funcionado bien, corroborado además por la presencia de tres presidentes en tres años.

Hay otros aspectos como la relación con las barras, los supuestos casos de indisciplina interna, la injerencia en la toma de decisiones por parte de personas externas, que también ameritan un análisis que espero que sean realizados ampliamente por quienes tienen el manejo del club desde 1996 y a quienes los hinchas debemos tantas alegrías que, con seguridad, tomando decisiones acertadas, serán reeditadas en el futuro inmediato.