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martes, 10 de junio de 2025

De cara al porvenir: la teoría del caballo muerto

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

“La teoría del caballo muerto” es una metáfora que describe la tendencia a aferrarse a proyectos, estrategias o decisiones que claramente no funcionan, a pesar de la evidencia de su fracaso. En lugar de aceptar la realidad y cambiar de rumbo, se invierte más tiempo y recursos en intentar "revivir" la situación, lo que resulta en una pérdida de energía y una menor oportunidad para el éxito.

En resumen:

Metáfora:

La teoría del caballo muerto utiliza la imagen de un caballo muerto para representar un proyecto o situación que ha fracasado.

Apegos irracionales:

Se aplica a la tendencia humana de aferrarse a algo, incluso cuando es evidente que no funciona.

Pérdida de tiempo y recursos:

La teoría critica el desperdicio de energía y recursos en intentar "revivir" algo que está muerto.

No aceptar la realidad:

La teoría señala la importancia de reconocer la realidad y cambiar de estrategia cuando es necesario.

Ejemplos:

Una empresa que sigue invirtiendo en un producto que nadie compra, a pesar de las ventas bajas y las críticas negativas.

Una relación que ha terminado, pero en la que una persona sigue esperando que la otra cambie.

Una política o proyecto gubernamental que no funciona y se persiste a pesar de la falta de resultados.

Origen y desarrollo:

La teoría del caballo muerto tiene sus raíces en un dicho nativo americano que dice: "Cuando descubres que estás montando un caballo muerto, la mejor estrategia es desmontar".

Esta frase se ha utilizado para ilustrar la necesidad de saber cuándo abandonar un proyecto y buscar nuevas alternativas.

En conclusión, la teoría del caballo muerto nos invita a ser más realistas y pragmáticos a la hora de tomar decisiones, y a no desperdiciar tiempo y recursos en intentar revivir algo que ya no funciona. Reconocer la realidad y cambiar de estrategia es fundamental para el éxito.

Es importante que los proyectos sean institucionales para que exista un mayor nivel de compromiso y de objetividad. Los proyectos no son de alguien en particular sino de la entidad.

Eventualmente se habla de “pasar de agache”, cuando quien debe tomar decisiones, esquiva su responsabilidad y simplemente deja que las cosas continúen como van, aun cuando no sea la mejor opción.

De manera semejante, cuando los tomadores de decisiones se orientan por los lugares comunes y no proponen, sino que se acomodan a las circunstancias y a la corriente que orienta a la mayoría.

Quien quiera ser reconocido como director en cualquier dimensión y nivel, debe estar preparado para asumir la responsabilidad de tomar decisiones, partiendo del principio de que cualquier toma de decisión, toca a los intereses de alguien.

Hay que sincronizar la velocidad de la dirección con la velocidad de la organización para evitar recalentamientos y desgastes costosos e innecesarios.